Los caminos de Heidegger
Antonio Mengs
 
 

Los caminos de Heidegger recoge una serie de conferencias y artículos escritos por Gadamer entre 1964 y 1995 en relación a la figura de Heidegger, ordenados a la vez desde una perspectiva temática y cronológica. Al tratarse de textos para ocasiones diversas y habiendo sido recopilados sin modificación, son relativamente numerosos los temas que se repiten aquí y allá desde distintos acercamientos, por lo que en cierto modo el lector recorre un camino que vuelve una y otra vez sobre lo mismo. Dada la complejidad del pensamiento de Heidegger, en contra de lo que pudiera parecer, esta característica de repetición aporta a la lectura un valor añadido al vehicular la retención gradual de determinadas cuestiones esenciales; simultáneamente, y debido al criterio cronológico de orden, permiten la comprobación del matiz, e incluso la más segura y nítida recepción de las palabras de Heidegger por parte de Gadamer, conforme ahondaba éste en su perspectiva del camino propuesto («Caminos, no obras» decía Heiddeger de sus escritos) con el paso de los años. Tenemos así unos primeros capítulos de respeto incondicional al maestro, que se decantan progresivamente hacia otros de respeto polémico (caracterizado, como se dice en la solapa del libro, por la serenidad con la que el discípulo contempla en la distancia los logros de su predecesor) y respaldado por visiones complementarias o alternativas de cuño del propio Gadamer.

No constituyendo en principio un libro de carácter divulgativo, sino testimonial —aunque ambas facetas se entremezclan de forma indisoluble—, se ha de tener en cuenta que al tratarse de locuciones destinadas a un público especializado, abunda en terminología filosófica y resulta por tanto de lectura un poco ardua para quien no esté familiarizado con la historia de la filosofía occidental y su lenguaje. Por otro lado, un aspecto facilitador respecto de determinados vocablos y expresiones griegas lo constituye el hecho de que el autor rara vez emplea en su transcripción el alfabeto de origen. En cuanto a las palabras alemanas que son objeto de un uso específico, la cita del original entre corchetes y las acertadas notas de la traductora nos sitúan rápidamente en el contexto adecuado.

La relación de carácter discipular y personal mantenida entre ambos filósofos da lugar, en ocasiones, al relato de anécdotas o detalles discretos de la vida de Heidegger, así como del ambiente que se respiraba en torno a su figura tiempo antes incluso de que diera a la publicación alguna de sus obras principales. Sucesos referidos por tanto y sobre todo a los primeros años de docencia, cuando el desarrollo de su pensamiento tenía como receptores a los alumnos universitarios. Así por ejemplo: ‘Me enteré de su fama en Marburgo, donde estaba preparando mi doctorado. Unos estudiantes que vinieron de Friburgo, ya en aquellos años de 1920-1921, hablaban menos de Husserl que de Heidegger y del carácter muy personal, profundo y revolucionario de su curso. Por ejemplo, decían que había usado la expresión «mundea» («es weltet»). Como sabemos hoy, esto fue una admirable anticipación de su pensamiento posterior y último. Algo así no se podía escuchar de la boca de un neokantiano. Tampoco Husserl se hubiera expresado así. ¿Dónde quedaba en esta afirmación el ego trascendental? Y, en general ¿qué clase de palabra era ésa? ¿Existía realmente? Diez años antes de que Heidegger superara su autocomprensión trascendental y su inspiración en Husserl por medio del llamado «viraje» [Kehre], encontró así una primera palabra que no partía del sujeto y de la «conciencia trascendental en general», sino que expresaba el acontecimiento del «claro» en el «mundear» a modo de un presagio’ (La dimensión religiosa); o ‘La primera vez que escuché su nombre fue en el semestre de verano de 1921 que pasé en Munich. En un seminario impartido por Moritz Geiger, un estudiante algo mayor iba diciendo cosas extrañas, y al preguntarle a Geiger después qué había sido esto, él dijo: «Ah, ése está hideggerizado», como si fuese lo más normal del mundo’ (Recuerdos de los comienzos de Heidegger). Junto a citas como las anteriores, que contienen un indudable sabor de época, encontramos apuntes acerca de la disposición íntima del filósofo con respecto a la religión o el existencialismo, de sus motivaciones para el estudio de Kierkegaard o de Aristóteles, o de la acogida dispensada a quienes como el Maestro Eckhart, el Lutero traductor de la Biblia o Nietzsche, emprendieron una tarea expresiva con el lenguaje de magnitud similar a la que le demandaba su impulso interior. Etc.

Por lo demás, cuando se realiza la puesta en escena de discusiones en el ámbito de la historia de la filosofía, el libro entra en materia y abunda en párrafos propios del especialista, expresados a veces de un modo sintético en el que predominan los sobrentendidos y como ya apuntábamos, no siempre fáciles de seguir. Sin embargo, en varios capítulos el lector encontrará un resumen de las líneas maestras principales del pensamiento de Heidegger expuestas de manera relativamente sencilla y con gran claridad (por ejemplo, en ‘Ser, Espíritu, Dios’ o en ‘Hermenéutica y diferencia ontológica’), lo que puede resultar útil a una amplia variedad de lectores. Cuestiones como la interpretación de la aletheia, la hermenéutica de la facticidad, la indicación formal ajena a todo saber muerto, al dogma, o el movimiento del abismo, al igual que muchas otras, son objeto de exposición ejemplar. También se abordan las formas del diálogo del filósofo con las fuentes en que se inspiró o contra las cuales elaboró en parte su pensamiento: el grado de penetración con que emprendió su estudio bajo la premisa de fortalecer lo más posible al enemigo; la reinterpretación de ciertos autores, en especial los filósofos de la Grecia antigua; o la destrucción (entendiendo por tal un despojar la filosofía de su lastre inoperativo, o como dice el autor ‘un desmontaje de las capas sobrepuestas’) a que sometió en general la metafísica. Además, a través de los textos de Gadamer el lector llega a hacerse una idea de los distintos estadios por los que atravesó la investigación emprendida por Heidegger, desde los análisis y exposiciones de sus primeros cursos que darían lugar a Ser y tiempo y el distanciamiento de Husserl, hasta el denominado «viraje» y la búsqueda del lenguaje idóneo capaz (y acaso incapaz en su penuria) de preservar un pensamiento acerca del ser. Una muestra plástica del grado de entrega por parte de Heidegger a la tarea titánica, y hasta cierto punto desasosegante, de recreación de la palabra, la tenemos cuando el autor describe cómo tras la lectura que le hiciera en privado de un texto inédito, Heidegger dio un puñetazo en la mesa y exclamó con desesperación «¡Esto suena a chino!».

Resultan de gran interés las observaciones de Gadamer sobre el trabajo de Heidegger en este último punto, tanto en lo que respecta a la consideración del lenguaje como tal, cuanto al uso creativo, colindante con la poesía, que hace Heidegger del mismo en sus escritos tardíos: la faceta hermenéutica de Gadamer se exhibe aquí con mesura, elegancia y gran perspicacia. Por ejemplo, cuando describe el modo como Heidegger se anticipa a los tiempos en la búsqueda del momento originario, lo que le conduce a los filósofos griegos en primera instancia y desemboca en un preguntar a las palabras mismas; la reflexión sobre qué sea este preguntar y cómo se materializa en sus procedimientos revela una extrema y muy notable proximidad al texto y a la filología. Fundamental al respecto el capítulo Heidegger y el lenguaje.

Por cierto que Gadamer, quien en un par de ocasiones aquí en este libro dice considerarse filólogo, no elude el argumento crítico cuando admite sus reservas o expresa un desacuerdo. Esto se hace patente en particular en el capítulo Los comienzos de Heidegger, en el que Gadamer propone no considerar a Platón tan sólo como un eslabón hacia la metafísica, según la valoración de Heidegger, sino también como ‘el verdadero garante de la unidad innegable entre conocimiento y tradición de sabiduría religiosa y poética’. En estos párrafos, la brillantez de su discurso alcanza una cota iluminadora. El lenguaje filosófico de Gadamer hace allí honor a su maestro en su labor de desocultamiento, de manera que el uso de estrategias retóricas, argumentaciones más o menos polémicas, e incluso el tema tratado quedan en entredicho ante la tremenda energía liberadora que transmite la lectura.

Aparte de lo anterior, artículo tras artículo Gadamer hace recaer el énfasis principal en aquellas cuestiones que a su juicio revisten una particular importancia o un mayor interés divulgativo, como son la reinterpretación que lleva a cabo Heidegger de Aristóteles, desmantelando la visión escolástica predominante a lo largo de cinco siglos, o el destino de occidente en cuanto historia de la ocultación del ser, entre otros. Uno de los puntos álgidos de la compilación lo encontramos en El retorno al comienzo, cuando Gadamer, habiendo dado cuenta del impacto que el pensamiento de Heidegger ha tenido en muy diversas culturas, ubica el destino filosófico de Occidente en el contexto de la filosofía mundial y habla de ‘culturas superiores que no fueron por el camino de los griegos hacia la demostración matemática de la lógica y por el de la filosofía que lo continuaba y que llevaba a la metafísica y la ciencia moderna. Esas otras culturas’, dice, ‘no distinguieron tanto como nosotros entre filosofía y religión, entre poesía y ciencia. Por eso nos arriesgamos a preguntar si tal vez hemos descuidado algo en nuestro camino. ¿Hemos descuidado algo en nuestro pensamiento?’. Gadamer vuelve al mismo tema en la locución Heidegger y los griegos, que tuvo lugar ante un auditorio internacional y en la que cita el interés de Heidegger por la lengua china y con mayor claridad si cabe se refiere a las culturas de otros pueblos que no hicieron distinción entre filosofía y poesía, poesía y religión, etc.

Confiamos en que estas observaciones basten para dar cuenta del carácter de un libro ciertamente interesante, lleno de erudición pero también de agudeza y clarividencia, en el que un testigo excepcional nos acerca de primera mano vida y obra de Heidegger.


Los caminos de Heidegger. Hans-Georg Gadamer. Herder Editorial S. L., Barcelona 2002-2003 - Traducción: Ángela Ackermann Pilári


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