UN HOMBRE MUY BUENO
Jane Rule

Traducido por David William Foster

 

Jane Rule por Betty Fairbank


"Lamento llegar tarde, querida", dijo Virginia, viéndose obligada a levantar a Clarissa, de tres años, para abrazarla antes de poder saludar a Katherine con un beso. "Mi último paciente no sólo necesitaba una corona nueva, sino también algunas puntadas para un corazón roto. ¿Por qué se empeña la gente en casarse?"
"Tu abrigo está frío", observó sobriamente Clarissa.
"También la nariz", dijo Virginia, enterrándola en el cuello de la niña. Ya se nos pasó la hora de tu baño y no sé si te voy a leer un cuento esta noche, y además capaz que arruiné la comida".
"No", dijo Katherine. "No vamos a comer hasta las siete y media. Tenemos una invitada".
"¿Quién?"
"La nueva amiga de papi", contestó Clarissa. "Y yo no tengo que acostarme hasta que ella llegue".
"¿De veras?"
"Ella dijo que tiene que hablar con nosotras", explicó Katherine. "Por teléfono parece agradable. Bah, parece un poco nerviosa, pero de ninguna manera hostil. Pensé que a lo mejor debemos escucharla ¿no?"
"¿O se lo debemos a él?" musitó Katherine.
"Oh, si se tratase de él, supongo que habría dicho que no", decidió Katherine. "Incluso a la gente que no quiere casarse con él todo esto le parece lo suficientemente raro".
"¿Raro en el caso de él?"
"Incluso a él le parece raro respecto de sí mismo", dijo Katherine.
"Los hombres tienen un sentido exagerado de la responsabilidad respecto de las cosas más extrañas", dijo Virginia. "Podemos decirle por lo menos que es un hombre muy bueno, ¿verdad?" Ahora se dirigía a la niña.
"Papi dijo que yo no sabía quién era mi mamá", dijo Clarissa.
"¿Ah sí?"
"Bueno, tengo dos mamás. ¿Elizabeth será también mi mamá?"
"Podría ser", dijo Virginia. "Terminarías siendo una chica muy afortunada".
"Entonces, ¿ella vendría a vivir con nosotras?" preguntó Clarissa.
"Me da la impresión de que quiere vivir con papi", dijo Virginia.
"Tú querías lo mismo al principio", observó Clarissa. Las dos rieron.
"¡Tu baño!", ordenó Virginia, llevando a la niña escaleras arriba mientras Katherine regresaba a la cocina para echarle un vistazo a la comida.
Clarissa, ya en piyama, estaba sentada en el sofá, jugando en compañía de Virginia con un libro de figuritas móviles sobre Alicia en el país de las maravillas, cuando sonó el timbre de la puerta.
"Yo voy", Katherine gritó desde la cocina.
Elizabeth, vistiendo un abrigo con cuello de piel, estaba en la puerta con un ramo de fresias en la mano.
"Te dijo él que las trajeras", Katherine preguntó sonriendo.
"Él dijo que nos gustaban a las tres", contestó Elizabeth. "¿Pero no es cierto que les gustan a la mayoría de las mujeres?"
"Yo soy Katherine, esposa número uno".
"Y yo soy Virginia, esposa número dos", dijo Virginia desde el pasillo.
"Y yo soy Elizabeth, todavía sin número", dijo Elizabeth. "Y tú eres Clarissa".
Clarissa asintió con la cabeza, valiéndose de una de las piernas de Virginia para sostenerse o tal vez para esconderse.
Elizabeth vestía, como las otras dos, pantalones bien entallados y una blusa cara, ligeramente provocativa. Y tenía la misma edad de ellas, treinta años. Las tres no se parecían sino que más bien las tres eran de aproximadamente la misma estatura, un metro sesenta y cinco, más o menos (él decía que medía un metro ochenta, pero en realidad medía un metro setenta y siete), delgadas, pero bien proporcionadas, con pelo sedoso, bien cortado y cara inteligente. Las tres eran mujeres hábiles, seguras de sí mismas, que intimidaban a cualquiera, aunque sin darse cuenta.
Virginia sirvió tres tragos y un pequeño vaso de leche para Clarissa, a quien le permitieron ofrecer un plato de nueces, pudiendo comer ella una o dos antes de que Katherine se la llevara para acostarla.
"Se parece a su padre", observó Elizabeth.
"Sí, tiene lindos ojos como él", concordó Virginia.
"Él no sabe que estoy aquí", confesó Elizabeth. "Tengo la intención de decírselo. Es sólo que no quería que fuera un problema, ¿sabes?"
"Él siempre decía que fue un error que yo y Katherine nos conociéramos. Por supuesto, eso fue después de que me casé con él. Yo no sabía que estaba casado hasta bastante después de que nos conocimos".
"¿Él era paciente tuyo?", preguntó Elizabeth.
"Sí".
"Él ha sido muy franco conmigo desde el principio en lo que se refiere a ustedes dos. Nos conocimos en el grupo de terapia, por supuesto, y he aquí la gran diferencia".
"¿Te parece?", Virginia preguntó sorprendida. "Nunca hice terapia".
"¿De veras?", Elizabeth preguntó sorprendida. "Hubiera pensado que ustedes dos habrían considerado la posibilidad".
"¿Él y yo?"
"No, tú y Katherine".
"Para nosotras, no hubo en absoluto ninguna complicación", dijo Virginia, "una vez que sucedió, la solución era obvia".
"¿Para él?"
"Bueno, no, no para él, claro está. La terapia era algo que él tenía que considerar".
Katherine volvió a entrar. "Bueno, ahora estamos entre adultos".
"Se parece a su padre", Elizabeth volvió a observar.
"Ella tiene los ojos lindísimos de él", le tocaba ahora responder a Katherine.
"Supongo que un encuentro como éste no habría sido posible antes del movimiento feminista", dijo Elizabeth.
"A lo mejor, no", asintió Katherine. "No estoy segura de que lo de Virginia y yo pudiera haber sucedido antes del movimiento feminista. Capaz que ni sabríamos qué hacer".
"Él procura no ponerse en contra del feminismo", dijo Elizabeth.
"Oh, siempre ha sido muy bueno en política. Nunca me reprochó la carrera", profirió Virginia.
"Estaba muy orgulloso de casarse con una dentista", dijo Katherine. Pienso que a veces yo le parecía muy poco liberada".
"No piensa eso ahora", dijo Elizabeth.
"Supongo que no", asintió Katherine.
"Lo más difícil para él ha sido enfrentarse con... las implicaciones sexuales. Sintió que... le quitaron su hombría".
"En varias ocasiones lo ha dicho de una manera muy firme", dijo Virginia.
"La sexualidad del hombre es mucho más frágil que la nuestra", dijo Elizabeth.
"¿Comemos?", sugirió Katherine.
"Dice que cocinabas muy bien", le comentó Elizabeth a Katherine.
"Virginia preparó la mayor parte de la comida. Yo la saqué del refrigerador", explicó Katherine. "He vuelto a estudiar y no tengo mucho tiempo".
"Yo cocino por temporadas", dijo Virginia, sirviendo el vino.
"Dijo que al principio pensó que todo era algún tipo de venganza", dijo Elizabeth.
"Puede ser que al principio hubiera algo de eso", concedió Virginia. "Katherine estaba embarazada de seis meses cuando él la dejó, y a lo mejor ella se sintió terriblemente abandonada. Yo no sabía que él iba a ser padre hasta después de que nació Clarissa. Luego sentí que yo la había traicionado también, aunque no sabía nada del asunto".
"Él dice que tendría que habértelo dicho", dijo Elizabeth, "pero estaba muy enamorado y tenía miedo de perderte. Dijo que nunca tuvo ninguna duda en sostener a Katherine y a Clarissa".
"No, yo gano muy bien", dijo Virginia. "No hay ninguna duda en sostenerlas ahora——no es un problema. Pero él no lo hace".
"Dice que preferiría hacerlo", dijo Elizabeth.
"Ve a Clarissa siempre que quiere", explicó Katherine. "Es muy bueno con ella. Una de las razones por las que yo quería tener un bebé es porque sabía que él sería un buen padre".
"¿Tuviste alguna duda de casarte con él?", Elizabeth le preguntó a Virginia.
"¿En ese momento? Sólo ansiaba casarme con él", respondió Virginia. "No hay muchos hombres disponibles para mujeres dentistas, salvo que sean aprovechados, claro está. Es tan halagador que alguien tenga tanto miedo de perderte que esté dispuesto a hacer algo legal. No debe ser así, pero así es".
"Pero nunca tuviste ninguna duda después", dijo Elizabeth.
"Claro que sí, por su mujer e hija".
"¿Me puedes decir por qué te abandonó, Katherine?"
"Porque él tenía miedo de perderla. Supongo que él pensaba que ya tenía de mí lo que le hacía falta, ya que estaba embarazada de su hija".
"¿Todavía estabas enamorada de él?", preguntó Elizabeth.
"Parecería que sí", dijo Katherine, "si no, no podría haberme sentido tan infeliz, tan desesperada. Porque estaba desesperada".
"Reconozco que no es tan difícil enamorarse de él, después de todo", dijo Virginia. "Es un hombre muy atractivo".
"¿Saben? me preguntó si yo era lesbiana", dijo Elizabeth. "Por supuesto le dije que pensaba que no. Después de todo, estoy enamorada de él. Él me dijo que también se habían enamorado de él otras dos mujeres, lo bastante como para casarse con él, pero que las dos eran lesbianas. Y a lo mejor sólo atraía a lesbianas aun cuando ellas mismas no sabían que lo eran. Hasta sugirió que tal vez debería intentar hacer el amor con otra mujer antes de decidirme".
Hubo un silencio que ni Katherine ni Virginia intentaron romper.
"¿Alguna de ustedes lo sabía... antes?"
Katherine y Virginia se miraron. Luego dijeron "No".
"Hasta tiene miedo de que quizás él convierta a las mujeres en lesbianas", Elizabeth dijo.
Virginia y Katherine rieron juntas, pero con piedad.
"¿Es eso posible?", preguntó Elizabeth.
"¿Es ésa una de tus dudas?, preguntó Katherine.
"Parece una locura", dijo Elizabeth, "sin embargo..."
Otra vez esperaron las dos anfitrionas.
"Sé que a lo mejor esto parece muy poco liberado y anticuado y posiblemente hasta prejuicioso, pero no creo que pudiera aguantar ser lesbiana o descubrir que soy lesbiana. Y si hay algo en él que convierte a las mujeres en... ¿Cómo pueden ustedes aguantar estar juntas en vez de estar con él?"
"Pero no sabes que eres lesbiana hasta que te enamoras", dijo Katherine, "y luego es totalmente natural querer estar al lado de la persona que quieres".
"Lo que me está sucediendo es tan peculiar. Cuando más convencida estoy de estar enamorada de él, es cuando más obsesivamente leo todo lo que puedo sobre lo que significa ser lesbiana. Es casi como si me hubiera enamorado de una mujer, y eso es absurdo".
"No creo que sea nada en especial", dijo Katherine.
"Lo que pasa es que una se siente naturalmente atraída por una mujer y es capaz de identificarse con otra mujer", dijo Virginia. "Cuando finalmente conocí a Katherine, lo que él necesitaba y quería me parecía simplemente tan ridículo".
"Pero tú eras lo que él quería", protestó Elizabeth.
"A costillas de Katherine y Clarissa, y qué era yo, después de todo, sino otra mujer".
"Una mujer liberada", dijo Katherine.
"No en ese entonces, en realidad no", dijo Virginia.
"Yo no me sentí naturalmente atraída por ninguna de ustedes", Elizabeth protestó. Ni tenía curiosidad al principio. Pero él todavía está tan obsesionado con ustedes y tiene tanto miedo de volver a ser traicionado, que yo pensé, tengo que ayudarlo de alguna manera, darle confianza, comprender lo suficiente como para hacerle saber que, como ustedes dicen, él no tiene nada extraño... ni yo tampoco".
"Estoy segura de que así es", dijo Katherine y para tranquilizarla extendió su mano hacia la de ella.
Virginia se levantó para retirar los platos.
"¡Mami!", llegó la voz imperiosa y dormida de Clarissa.
"Yo voy", dijo Virginia.
"Pero no creo que ustedes quieran decir lo que yo quiero que digan", dijo Elizabeth.
"Tal vez no", concedió Katherine.
"Él dice que nunca debió abandonarte. Dice que fue un error tremendo y que si volviera a casarse, sería porque quiere asumir ese compromiso, pero ¿qué pasaría si su próxima mujer descubre que no lo quiere, como sucedió con Virginia?"
"Supongo que es el mismo riesgo que corren todos", dijo Katherine.
Katherine retuvo la mano de Elizabeth, e implorando sus ojos se fijaron en el silencio de los de Elizabeth.
"Pero tú sí piensas que él tiene algo peculiar.
"No, de veras, no pienso eso. Él es un hombre muy bueno. Es sólo que a veces pienso que eso no es suficiente, no ahora cuando hay otras opciones".
"¿Qué otras opciones?"
"Tú trabajas, ¿no?"
"Como él, soy profesora en la universidad".
"Entonces, puedes defenderte sola".
"Eso nunca es tan llamativo como se sueña".
"Tampoco lo es el matrimonio", dijo Katherine.
"¿Esto lo es?", preguntó Elizabeth, mirando en torno suyo, justo cuando volvía a entrar Virginia.
"No es tan difícil como algunos quisieran hacerte creer".
"Clarissa quería saber si su nueva mamá todavía estaba aquí".
"Dios mío", dijo Elizabeth.
"Antes de que llegaras, ella quería saber que, si te casabas con su padre, serías otra madre y vendrías a vivir aquí".
Elizabeth se rió y luego dijo, "Por Dios, ¡eso es justo lo que él quiere saber!"
Regresaron con el café a la sala.
"Debe ser maravilloso ser dentista. Por lo menos durante el día puedes evitar que todo el mundo te cuente sus problemas", dijo Elizabeth.
"No es tan fácil como parece", dijo Virginia.
"Él dice que eres la mejor dentista que lo haya atendido. Odia al dentista que tiene ahora".
"Antes estaba tan contenta de que no fuera como tantos otros hombres que se enamoran de sus estudiantes", dijo Katherine.
"Capaz que sería mejor para él", Elizabeth dijo con fingido tono sombrío. "Dice que no se siente nada inseguro de que yo haya publicado más trabajos que él. Él ha tenido dos mujeres y una hija mientras yo no hacía más que proseguir con mi carrera. Pero, ¿está hablando en serio? ¿Qué sabe él en realidad?"
"Todos estamos diciendo nuevos parlamentos, ¿no es así?", preguntó Virginia.
"Pero si en última instancia ninguna de nosotras se casa con ellos, ellos, ¿qué harán?", preguntó Elizabeth.
"Me cuesta imaginarlo", dijo Katherine.
"¿No te puedes imaginar qué harán ellos?"
"No, no puedo imaginarme a todas las mujeres diciéndoles no, todas. Simplemente podemos considerar nuestro caso, por ejemplo", dijo Katherine.
"Brevemente, de todas maneras", dijo Virginia. "¿Tú viniste en parte para ver si eras de alguna forma u otra como nosotras?"
"Supongo que sí", dijo Elizabeth.
"¿Y eres como nosotras?"
"Bueno, ustedes no me sorprenden... y estoy sorprendida de que ustedes no me sorprendan".
"¿Te da pena haberte casado con él?", Virginia le preguntó a Katherine.
"De ningún modo. Está Clarissa, después de todo y estás tú. ¿A ti te da pena?", le tocó preguntarle a ella.
"Ahora no", dijo Virginia, "ya que pude remediar el estrago".
"Y todo el mundo sabe", dijo Elizabeth, "que tuviste la oportunidad de escoger".
"Sí", dijo Virginia, "eso es verdad".
"Pero yo sentía que no podía escoger", dijo Katherine. "Esa parte me humilló".
"Elizabeth está distinguiendo entre dos cosas", dijo Virginia, "entre lo que sabe todo el mundo y lo que sabe cada una de nosotras. Yo por supuesto compartí tu humillación privada. Debemos hacerlo todas las mujeres.
"¿Por qué?", exigió Elizabeth.
"Por lo de no creer suficientemente en el valor de una misma", explicó Virginia.
"Pero él tampoco cree suficientemente en su propio valor", dijo Elizabeth. "Hasta no cree del todo ser hombre".
"Yo nunca dudé de ser mujer", dijo Katherine.
"Eso es autosuficiencia", dijo Elizabeth, "porque tú tienes una niña".
"También es de él", replicó Katherine.
"Pero él estaba demasiado inmaduro como para enfrentarlo—él mismo lo dice. ¿No le tienes nada de lástima?"
"Sí", dijo Katherine.
"Desde luego", concordó Virginia.
"Él ha sido herido terriblemente. Lo han dañado", dijo Elizabeth.
"Y dime, ¿tú piensas que eso lo hace más atractivo o menos atractivo?", preguntó Virginia.
"Bueno, diablos, menos atractivo, por supuesto", gritó Elizabeth. "¿Y quién tiene la culpa?"
Ninguna de las dos mujeres contestó.
"Él no es de segunda mano, es de tercera", dijo Elizabeth.
"¿Ahora las mujeres vamos a comenzar a preocuparnos por la virginidad de los hombres?," preguntó Katherine. "¡Qué extraordinario!"
"¿Por qué te hiciste analizar?", preguntó Virginia.
"Casi no me acuerdo", dijo Elizabeth. "Estoy tan involucrada en sus problemas desde el principio. Justo la primera noche del grupo, él dijo que de alguna manera yo le recordaba a sus mujeres..."
"Capaz que esa es la razón por la que lo hiciste", sugirió Katherine.
"A ustedes les parecería una locura si yo me casara con él, ¿verdad?", insistió Elizabeth.
"¿Por qué habríamos de pensar así?, preguntó Virginia. "Nosotras dos nos casamos con él".
"Eso no me tranquiliza mucho que digamos", dijo Elizabeth.
"Nos encuentras poco satisfactorias", dijo Katherine, como disculpándose.
"No precisamente", dijo Elizabeth con tristeza. "Yo quiero que alguien me asesore... para no equivocarme. ¿Por qué lo tendrían que hacer ustedes?"
"Sí, ¿por qué?", preguntó Virginia.
Se abrazaron calurosamente antes de que Elizabeth se despidiera.
"¿Podría volver en otra ocasión?", preguntó ya en la puerta.
"Desde luego", dijo Katherine.
Después de cerrar la puerta, Katherine y Virginia se abrazaron.
"Él estaría tan contento, al menos por un tiempo, si se volviera a casar", dijo Katherine.
"Claro que sí", asintió Virginia, con un tono de simpatía en su voz. "Pero no sería correcto animar a una mujer tan buena como Elizabeth a que..."
"Ese es el problema, ¿no es cierto?", preguntó Katherine. "Ahí está".
"Igual se casará con él", vaticinó Virginia, "por corto tiempo".
"¿Y tendrá un hijo?", preguntó Katherine.
"Para luego enamorarse de su próxima mujer", prosiguió Virginia.
"Él no tiene nada en especial", dijo Katherine.
"Me da pena que no le guste su dentista".
"Nunca debió casarse contigo".
"No, nunca", asintió Virginia. "Por lo menos así yo podría seguir cuidándole los dientes".
Pero sin contar con eso, ascendieron al piso superior para echar una mirada a la hija de él, merecedora de tantas atenciones maternales, que dormía profundamente, antes de acostarse en la acogedora cama que compartían.

 


Agradezco las sugerencias hechas sobre esta traducción por Norma Mabee, Guillermo Núñez Noriega, Gustavo Geirola, Fanny Arango Ramos, Daniel Altamiranda y Selene Leyva-Ríos

 

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