Los bosques de letras de Ester Rodríguez
Ro
Samuel
Sebastián
La gran virtud del arte
del siglo XX es haber transportado a los espectadores a la pura percepción
de los materiales con los que están hechas las obras de arte y a su disfrute.
Esa es la primera impresión que producen las obras de Ester Rodríguez
Ro: al contemplarlas estamos viendo una auténtica historia del
color entremezclada con el uso de diferentes tipografías. Aunque esta pintora
española posee tres vertientes fundamentales en su producción artística:
los retratos, los paisajes y los paisajes tipográficos, estos últimos
suponen su gran aportación al arte contemporáneo.
En sus paisajes tipográficos la artista elabora composiciones basadas en
la pura abstracción: los colores están encasillados dentro de una
inmensa cuadrícula y cada uno de ellos es trabajado como un cuadro mismo
dentro del cuadro. De esta manera el espectador puede contemplar tanto la belleza
de cada uno de los elementos por separado como la riqueza de su conjunto, conformado
por un singular paisaje que se potencia con la inclusión de diferentes
caracteres tipográficos. Éstos no tienen un significado particular
determinado sino que amplían el sentido estético general de la obra.
Las obras de Ester Rodríguez Ro son una mezcla entre los
american field paintings en los que el color parecía escaparse
de los estrechos límites del cuadro, y el cubismo analítico que
descomponía las figuras materiales en formas geométricas. En este
caso la autora descompone los colores aunque sin ninguna referencia material para
crear luego una sucesión casi infinita de cuadrículas que crean
un gran impacto visual en el espectador. A la hora de cubrirlas, se muestra como
una trabajadora incansable de la materia y el color: ya sea empleando diferentes
técnicas pictóricas como el raspado o el collage; o bien enriqueciendo
las cualidades expresivas de sus obras que se convierten en una multitud de cuadros
y letras vivos y formas irregulares que llegan a confundirse entre sí,
lo cual aumenta su abstracción intelectual.
Cuando la pintora se aparta de estas cuadrículas tipográficas, el
color explota y se disuelve en diferentes manchas informes. Sus dos grandes obras
realizadas de esta manera son Verano del 36 y No swimming. La
primera es una dura visión de la guerra civil española en la que
los cuerpos de los muertos emergen de un sangriento campo de batalla presidido
por un sol enrojecido. La segunda es un homenaje al pintor americano Norman Rockwell
y en ella emplea la tipografía característica de la época
para componer un cuadro de estética elegante en el que las formas se disuelven
las unas en las otras para conformar un atractivo campo pictórico de leve
simbología figurativa.
Con sus obras la pintora reflexiona en torno al sentido del color en la obra de
arte y el empleo de símbolos cotidianos como la lengua escrita con una
finalidad puramente estética. Sus composiciones son fruto de un minucioso
trabajo de selección de tonalidades y formas con las que despliega una
ingente cantidad de recursos propios de las técnicas pictóricas
abstractas más expresionistas.