Raras
veces se nos da la oportunidad de abrir un campo. Cuando ello sucede, cuando todo
está por hacer y descubrir, confiamos en haber aprendido algo de la experiencia:
la memoria parece contener en su incremento una posibilidad absoluta de bondad
mayor. Con la posibilidad se despierta una ilusión, la ilusión,
con el hacer se moviliza la esperanza de un bien. Y aunque raras veces se nos
da la oportunidad de la ilusión, a menudo se acaba reduciendo ésta
a mera ilusión. Meras ilusiones pasan a incrementar la memoria.
Y cabe entonces preguntarse cómo puede una memoria tal confiar la ilusión
a cada nueva empresa. Si no es otra la procedencia de la ilusión: y en
tal caso, en qué consiste, qué señala, hacia qué tiende.
El 8 de Noviembre del
2006 nos agrupamos ante los muros del nuevo amanecer, que tendría lugar
en un recinto cerrado de la feria sobre tecnologías de la información
más importante del país. Vestidas de negro riguroso, manoletinas
y levita, con un vaporoso pañuelo azul claro anudado al cuello, jóvenes
azafatas custodiaban la puerta. Por ella sólo entraban y salían
los oficiantes; nuestra expectación era máxima. Y cuando llegado
el momento se nos permitió cruzar el umbral, apresurada pero ordenadamente
avanzamos hacia las sillas y en pocos minutos no había un lugar libre.
Sonaba una música alegre, dinámica, contemplábamos las grandes
pantallas sobre el estrado, los juegos de luces anaranjadas e incluso creímos
escuchar trinos de pájaros. ¿Cómo habrían podido entrar
esos pájaros? Volvimos ingenuamente la mirada hacia los recovecos del techo
sólo para apercibirnos de la presencia de grandes altavoces y ni rastro
de movimiento aéreo. Cruzamos algunas palabras mientras el oficiante principal
ultimaba los preparativos. Y casi sin darnos cuenta disminuyó la intensidad
de las luces, su figura se fue desvaneciendo y quedamos prácticamente a
oscuras. La música era suave ahora, lenta, casi de nana. Al trino de los
pájaros le había sucedido el canto de los grillos. Las conversaciones
morían de muerte natural. Y entonces el oficiante pulsó una tecla
en un ordenador portátil y se hizo el silencio.
Durante
los minutos siguientes tuvimos oportunidad de asistir a una proyección
con final feliz: en las pantallas aparecía gente siempre ocupada y llena
de problemas que hablaba en inglés, francés, japonés y español
y no cesaba de dar vueltas en torno a los mismos problemas, bajo diferentes aspectos.
Pero había llegado la solución: era el nuevo amanecer. Terminó
el vídeo y se hizo la luz. Y el oficiante introdujo el nuevo amanecer Y
el amanecer se llamaba Windows Vista, Internet Explorer 7, Exchange 2007, Office
2007. Y el oficiante dio paso a la presidenta de Microsoft España, para
que nos comunicara la buena nueva.
La presidenta de Microsoft España, una mujer atractiva a la que se le adivinaba
de inmediato la capacidad de hacer varias cosas a la vez, tendía la mirada
a derecha e izquierda mientras hablaba, manteniéndola no obstante en algún
infinito próximo. Sus palabras iban fluyendo con dicción perfecta,
acompañadas con naturalidad y sin desmayo por gestos hábiles y educados.
«Con la llegada de Internet, dijo, el capitalismo se ha vuelto más
salvaje [sic.] Cualquier proveedor puede obtener de inmediato datos con
los que destruir a su competencia. Si no tenemos una inteligencia emocional con
los clientes, estamos perdidos.» Probablemente, pensé de inmediato,
había ahí algún error. No era posible que hubiera oído
bien. Tenía que haber dicho ella otras palabras, pero en su lugar yo había
oído el capitalismo se ha vuelto más salvaje. Sin embargo,
la presidenta continuaba hablando y no me era posible pensar alternativas si no
quería perderme su discurso.
Las palabras que siguieron eran aún más importantes, porque la disertación
se había estructurado de modo que las palabras superaran en importancia
a las palabras: y así fue alcanzando, paso a paso, la cumbre emocional
de la despedida y cariñosamente nos dio las gracias por nuestros sacrificios,
las noches sin dormir, los días sin comer, la desesperación frente
a sus omisiones y olvidos, y muchas otras cosas. Porque sin nosotros no sería
posible la vida en el nuevo amanecer. Ellos sólo proveían del instrumento.
Pero allí afuera aguardaba el jardín. Y éramos nosotros los
implantadores, artífices del jardín.
Y seguidamente desapareció tras los cortinajes negros, envuelta en contenidos
y emocionados aplausos.
El oficiante anunció entonces a uno de los evangelistas técnicos
[sic.] que iban a hablar más en detalle de los instrumentos puestos
a nuestra disposición para hacer florecer el jardín. Y este muchacho,
que no tardó en aparecer, llenó de alegría a los jardineros
desde el primer momento por su don de gentes y desenvoltura, pese a que la maquinaria
parecía resistírsele. La culpa era del portátil (no pude
por menos que sonreírme: si uno de nosotros estuviera en su lugar, la culpa
sería de Exchange 2007; si fuera un usuario, la culpa sería nuestra;
y así…) Pero tenía algo que mostrarnos, y se dispuso probar
la herramienta en estos o parecidos términos:
Román Domás no debía hablar de un asunto con Amanda Más,
mas pese a ello le iba a enviar un mensaje de correo mencionándoselo: cuando
eso sucediera, el evangelista haría que copia de ese mensaje llegara a
la abogada Sara Toga para ponerla al corriente, al tiempo que el delincuente Román
Domás recibiría otro en el que se le informaba de que su mensaje
no se había podido entregar al destinatario. Dicho y hecho: creó
las reglas oportunas en el servidor de correo y a Román Domás, que
cometió la imprudencia de hablarle a Amanda Más del tema prohibido
por correo electrónico, le llegó un mensaje diciendo que el suyo
no se había podido entregar; y sin que él se enterara, la abogada
Sara Toga tuvo en su pantalla la prueba fehaciente del delito que le permitiría
sin demora iniciar las acciones disciplinarias oportunas contra Román Domás,
despido fulminante incluido. Con las nuevas herramientas, todos nosotros podríamos
hacer algo así: enderezar los tallos torcidos, vigilar su crecimiento.
Las diapositivas que apoyaban la intervención del evangelista estaban llenas
de muros, muros de ladrillo, dibujados con gran realismo. Había distintos
tipos de muros. A unos les llamaba muros éticos y eran los que impedían,
por ejemplo, a un grupo de personas de una empresa ponerse en comunicación
con otro. Había también muros de contención —como el
construido por Israel con Gaza o el que el presidente norteamericano pretende
construir con México—, que separaban la Zona Desmilitarizada
(1)
o puerta a la red exterior, de la red interna de la empresa
(a las que ningún técnico osa llamar por su nombre obvio, Zonas
Militarizadas, sino que les llaman Internet e Intranet y a ser posible asignan
a esta última un nombre propio para que resulte más familiar). Tenían
incluso la presencia de una fuerza de detección de riesgos malignos denominada
Windows Live Care, término de difícil traducción, pero que
podríamos arriesgar como ‘El cuidado del hogar del nuevo amanecer’.
Y las diapositivas estaban llenas de color, de gráficos y de muchas otras
cosas.
El evangelista del nuevo amanecer fue despedido con elocuentes aplausos y se anunció
una pausa para café. Los croissants estaban riquísimos: tomé
uno y me despedí de la concurrencia. Afuera había una gran cantidad
de gente buscando uno u otro de los pabellones de la feria. Intentaba averiguar
cuántos de ellos conocerían el nuevo amanecer, cuántos estarían
destinados a formar parte activa del cuidado del jardín, aunque no lo sabían
aún y cuántos, conscientes de su responsabilidad, andaban en busca
de herramientas adecuadas.
* * *
En relación con el momento tecnológico y en lo que se refiere al
software, Microsoft ha llevado a cabo una de las, probablemente, mejores puestas
a punto realizadas hasta la fecha. Esta frase rotunda queda a expensas de los
procesos de ajuste y mejora continua que tendrán lugar a lo largo de los
próximos meses y durante los siguientes años. La belleza del interfaz
gráfico de Windows Vista, por ejemplo, es sorprendente, así como
la calidad del sonido (no pensábamos que nuestro PC pudiera sonar mejor),
la galería de imágenes cumple al fin con las expectativas de almacenamiento
y orden que se esperaban de un PC, el entorno de gestión de archivos mejora
en mucho la organización… y así, un largo etcétera
de pormenorizados detalles que el usuario va descubriendo poco a poco. E igualmente
sucede con los programas de la suite ofimática (en lo que atañe
a quienes nos dedicamos a la escritura, la mejora en Word es muy notable) y Expression
Web, destinado al desarrollo de páginas web y tecnologías adyacentes,
apartado en que Microsoft ha suscitado la perplejidad completa al apostar definitivamente
por los estándares de la comunidad internacional, dando un giro de 90º
a la política de estándares propios a la que nos tenía
habituados. En coordinación con este último, el navegador Internet
Explorer 7 amplía su soporte a un mayor número de especificaciones
del consorcio W3C, al tiempo que emula algunas características desarrolladas
por sus competidores, como la apertura de distintas páginas web en otras
tantas pestañas o el inspector opcional de código.
Estas flores no se hubieran conseguido nunca, como es obvio para cualquiera que
haya estado al tanto de la evolución del software para Windows, sin las
ideas y desarrollos que han tenido lugar en los últimos años, de
manera especial desde la aparición del sistema operativo XP y a los que
indirectamente han contribuido tanto empresas comerciales como de software libre
y particulares en todo el mundo. No es difícil advertir que Microsoft ha
realizado una asimilación y selección cuidadosa de los
mismos basada en diversos criterios, tal vez de uso (qué programas utiliza
y de qué modo un mayor número de usuarios), propios (qué
programas son los mejores desde su punto de vista y cómo deberían
ser empleados), de garantía de estabilidad (qué programas y prácticas
hacen menos probable el fallo en el sistema), etc. Además, ha hecho gala
de una variación estratégica significativa al abrir la fase de prueba
de sus productos al público en general , de manera que todo aquél
que ha instalado versiones beta ha tenido la oportunidad no sólo
de padecer los fallos iniciales de los programas (a los que voluntariamente había
admitido someterse), sino de opinar sobre el trabajo realizado por el gigante
del software. Y es de reseñar que las opiniones han sido tenidas en cuenta.
Ejemplo notable en el terreno que nos ocupa es el ribbon (literalmente
‘cinta’) que agrupa los botones en las aplicaciones de Office: ante
la observación generalizada por parte de los usuarios de Word de que la
cinta en cuestión adquiere un protagonismo que obstaculiza la página
en blanco, el espejo natural del que parte la escritura, Microsoft habilitó
una combinación de teclas para ocultarlo y gestionarlo adecuadamente y
que, en asociación con un tema o estilo de apariencia visual del
programa basado en la tonalidad gris neutro (no presente en las betas
iniciales), proporciona a la interfaz un aspecto despejado. El software resultante
posee una elegancia discreta al tiempo que conserva toda la funcionalidad y se
convierte en un excelente entorno para la escritura.
La apreciación del jardín, por supuesto, no será la misma
para todo el mundo. Para algunos todo estará en su sitio; en el extremo
opuesto, considerarán otros que las flores no sembradas son más
relevantes que las que se cultivan. Llama la atención que el nuevo sistema
operativo no disponga de utilidades de recuperación de archivos borrados,
gestión de disco y particiones, terreno en el que no se ha querido entrar
y que supone ignorar aspectos básicos del sistema; hay lugares en que las
flores continúan sin crecer, como en el de la grabación de medios
extraíbles, etc.: así como en estas líneas dirigimos la mirada
principalmente hacia el plantel correspondiente al usuario denominado doméstico
o final, especialistas en otras áreas hacen observaciones de todo
tipo.
Algo innegable es que si bien Microsoft se ha preocupado realmente en estos y
otros muchos aspectos por el citado usuario final, que en muchos países
ha de conformarse en buena medida con versiones pirata o ‘ilegales’
para uso privado, desde el punto de vista geopolítico y económico
su subsistencia como empresa responde a las demandas de las grandes corporaciones,
sus principales clientes y no en menor medida las de la sociedad y el estado norteamericanos.
No sería posible decir si es en las raíces o a ras de tierra donde
el sistema de seguridad de infraestructuras de comunicaciones y sistema operativo
Windows resultan ser fiel reflejo de una sociedad angustiada, en la que a menudo
prácticas ajenas a derecho conviven junto a medidas defensivas, en ocasiones
tanto las unas como las otras en manos de la autoridad principal: y es en las
raíces o a ras de tierra donde el día a día del usuario final
se convierte en algo muy distinto del jardín.
Cuando
un muro se levanta, surge con él la necesidad de vigilarlo y cuidar de
su integridad. El usuario final de Windows Vista se ve abocado constantemente
a tenerlo en cuenta: el muro hace acto de presencia sin cesar, a veces de manera
previsible, otras de forma súbita y alarmante, generando la sensación
de que el riesgo no sólo es posible, sino incluso inminente y uno debe
contar con los medios adecuados para garantizar la defensa (en la mayor parte
de los casos, tan sólo una contraseña). Por su parte, el usuario
que trabaja para una corporación y conoce los fundamentos de Windows Exchange
Server, sabe que en cualquier momento puede estar sometido a vigilancia , bajo
signo de sospecha y sus e-mails o sus gestiones con el PC ser objeto de manipulación,
en función de los criterios que el capitalismo más salvaje
de la era informática tenga a bien decidir. El gestor de un sitio web relacionado
con medios de pago no lo tiene mejor, en cuanto sujeto no confiable a priori (algo
que nos resulta tan extraño en aquellos países en los que el estado
asegura la presunción de inocencia hasta que se demuestra la culpabilidad),
teniendo que demostrar con datos fiables —a Microsoft (2)
— que no va a cometer actividades delictivas, a menos que consienta en que
a los visitantes de su espacio web se les de el alto con un cartel que dice: “¡Atención!
Este sitio es sospechoso de ejercer actividades de suplantación de identidad…”
etc.
No es objeto de este artículo pormenorizar ni comentar las distintas formas
de ataque y protección presentes en el PC y en la red, que como se sabe
abarcan desde acciones verdaderamente dañinas hasta otras de carácter
meramente lúdico: baste con señalar que para un usuario final que
guarda copias de seguridad periódicas, no compromete su tarjeta de crédito
y sin niños a su cargo que pasen horas encerrados ante un monitor conectado
a Internet, Windows Vista convierte la experiencia de trato con el PC en un campo
de batalla.
Desde nuestro limitado punto de vista de usuario final, curiosos de jardines y
expectantes ante el nuevo amanecer, a poco que reflexionamos nos damos cuenta
de que, como suele suceder en general, cualquier pretensión acerca de la
seguridad es tremendamente relativa: uno inventa un arma y su enemigo inventa
el escudo; uno levanta un muro y el enemigo la escalera. Al no existir sistema
de seguridad que antes o después haya sido burlado (a veces de manera totalmente
imprevisible: recuérdense los atentados del 11-S), en seguida podremos
concluir que la seguridad de Windows Vista es de por sí relativa por mera
petición de principio.
Con todo, lo verdaderamente notable no es el modo perfectamente legítimo
como se ha diseñado el sistema de seguridad en el sistema operativo, sino
el hecho de que éste salte a primer plano en el conjunto de operaciones
a realizar en el PC: aunque uno mismo sea administrador del sistema, se ve obligado
a confirmar en ocasiones hasta tres veces que desea llevar a cabo una operación
trivial, como instalar un programa ‘bueno’ o borrar un fichero que
ya no desea guardar por más tiempo.
¿Con qué propósito conserva y hace valer Microsoft algo así,
invitándonos incluso a aprender y a comprender cuál es el funcionamiento
de un sistema pensado en teoría para acercarse al usuario, en vez de éste
a aquél? Podríamos ensayar una respuesta en el mismo campo del que
se ocupan los ingenios informáticos, el campo de la virtualidad.
Si nuestra vida ante un PC no corre peligro, si nuestro ámbito doméstico
de usuario final no es un campo de batalla, el sistema de defensa, riesgo potencial
y amenaza pasa ante nuestros ojos una película terrorífica casi
siempre con final feliz: nos hace vivir, en función de sucesos virtuales,
una sensación: nos proporciona la sensación de estar protegidos,
de que Microsoft garantiza nuestra protección, nos ofrece sensación
de seguridad.
Reconozco que me alejé
del evento de la feria sumido en una mezcla de admiración y espanto, este
último provocado por la percepción aún nebulosa de que habíamos
vuelto a perder colectivamente la guerra, de que el estúpido ser humano
había vuelto a dejar escapar una buena oportunidad. No hay, hoy por hoy,
un ingenio de mayor envergadura que caracterice a nuestro tiempo, al que se ha
dado ya en llamar la Revolución Tecnológica, que el que compone
la red de PCs conectados a Internet. La mesiánica campaña de marketing
de los nuevos productos de Microsoft acierta plenamente en cuanto tal, a nuestro
modo de ver, al reincidir con transparencia virtual en este concepto: la posibilidad
de un nuevo amanecer. Pues la corporación de software está formada
sin duda por personas inteligentes, muchas de las cuales probablemente comparten
el generalizado sentir de que, en efecto, la red de comunicación sienta
las bases para que la humanidad hable entre sí más allá de
las fronteras y las culturas: no desde el nivel de los dirigentes, sino desde
la base, la de los ciudadanos del mundo. Y de este modo nos sea posible conocer
otras formas de pensamiento, otras inquietudes, otro dolor distinto, otras formas
de amar y acaso, nuevas vías de acción social, cultural y política.
Si el incremento de la memoria, como decíamos al principio, parece llevar
consigo una posibilidad de bondad mayor, la cantidad y diversidad de contenidos
que afluirán a la mente de los ciudadanos del s. XXI pudiera deparar sucesos
verdaderamente inéditos. Pero habitualmente la posibilidad de bondad se
reduce a esa mera ilusión que pasa, ella misma, a incrementar la memoria,
y también en este caso el terreno de la utopía cede bajo la bota
despiadada de la realidad. Y es que basta observar el mundo virtual para
darse cuenta de que en todos los aspectos nos refleja, con igual entidad que el
denominado por conveniencia mundo real. De que no representa un nuevo
amanecer, sino la repetición del único amanecer en el que tal vez
estemos involucrados desde hace milenios. Así, lo que a duras penas nos
va siendo dado observar por mediación suya es cómo un desgaste de
milenios afecta a las palabras, o acaso les revela un significado más propio:
realidad es vida ilusionada, pero vida en la ilusión; virtualidad
es lo que realmente somos.
La Revolución Tecnológica ha reproducido la guerra. Una guerra que
tiene su propio lenguaje pseudo-religioso, su pseudo-ética, su nuevo amanecer,
su transparencia, su cuidado, su jardín prometido y sus evangelistas. El
mismo mundo ha sido otra vez creado. Seguimos siendo los que éramos. Y
es que, hoy más que nunca y acaso como nunca, parece que al ser humano
sólo le da seguridad, verdadera sensación de seguridad, continuar
siendo tal cual es, sin que nada nuevo le perturbe.
(1)
El término zona desmilitarizada procede del que designa a la franja
de terreno que separa a ambas Coreas, reminiscencia de la Guerra de Corea, aún
vigente y en tregua desde 1953. Paradójicamente, a pesar de que esta zona
desmilitarizada es terreno neutral, es una de las más peligrosas del planeta,
y por ello da nombre al sistema DMZ. (fuente: Wikipedia)
(2) Sorprendentemente, en la lucha contra
el phising o suplantación de identidad (fraude que consiste en
el robo de datos de una tarjeta de crédito, por ejemplo, desde una página
de Internet que se hace pasar por una entidad bancaria, con objeto de sustraer
fondos de la cuenta de los particulares), Microsoft se erige en garante de la
seguridad: y no la autoridad fiscal del estado al que pertenece la empresa o el
individuo gestor del sitio web, como cabría esperar. Demostrar que uno
no ejerce actividades delictivas en IE7 requiere proporcionar a Microsoft una
serie de datos cuya veracidad suponemos, para mayor sorpresa aún por nuestra
parte, le será posible contrastar de algún modo. Al parecer, Apple
tiene intención de hacer lo mismo con su navegador Safari, no sabemos si
en los mismos términos.
|