Honor a la ficción
Mauricio Mex Faliero

 

Ni bien termina un festival de cine lo que queda es el recuerdo borroso de lo que pasó como un tropel frente a nosotros. Pegada la memoria a la mezcla de películas, siestas, caminatas, corridas, cócteles, soledades, ruidos, silencios, premios y desgracias, seguramente se escapen hechos importantes y cuestiones que no son dignas de dejar pasar. A la distancia todo semeja a un manchón del que sobresale un haz de luz que proyecta imágenes contra una pared.  Aprovechemos, entonces, para no dejar pasar algunas cosas.

El 22º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata desarrollado en marzo último fue una sinuosa gambeta elusiva de todo comentario incómodo: si la competencia ingresó en cierto camino de irreversible medianía, el premio mayor se lo llevó la mejor película, Ficción de Cesc Gay; si hubo promesas rotas en cuanto a visitas y proyecciones, lo cierto es que desde la organización las cosas marcharon, con funciones que empezaron a horario y subtitulados que siempre estaban; y si el recorte en la cantidad de acreditados tuvo aristas vergonzantes, lo cierto es que la prensa durante esos diez días realizó su trabajo de manera cómoda, contando con la información necesaria y pudiendo acceder a las películas que quería ver.

En este contexto de defectos que trastocaron en aciertos durante el rodaje, lo que siguió destacándose en el festival fueron las películas. Y si bien no hubo sorpresas (los nombres consagrados continuaron marcando diferencias), como siempre hubo obras para tener en cuenta. Recordemos algunas horas ganadas en las oscuridades de aquellas salas festivaleras.

 

Ficción

Ficción de Cesc Gay es una obra luminosa. La cuarta película del director de Krámpac habla sobre amores que chocan con responsabilidades. Dos cuerpos, los de Alex y Mónica (los notables Eduard Fernández y Montse Germán), que se aman y se repelen a la vez. Gay capta la esencia de ese amor indeclarable con la cámara. A partir de la cercanía con la que sus planos toman a los protagonistas, la historia se va transformando en más agónica. Una historia de amor madura, con climas y tiempos personales. Además está el encantador Javier Cámara, uno de los mejores actores del mundo.

 

Honor de caballeríaSi hay una película que genera escándalo al lugar a donde vaya, esa es Honor de caballería. El film del catalán Albert Serra es una adaptación desprejuiciada del Quijote, realizada con escaso presupuesto, dos actores vocacionales y mucho, pero mucho sentido de la provocación. En Mar del Plata se suele aplaudir todo, sin embargo Honor de caballería generó indiferencia. Y no es para menos: Quijote y Sancho caminan, vagan errantemente, contemplan. Serra tiene una notable capacidad para capturar los escenarios naturales, con gran uso de la profundidad de campo, e insertar allí a sus dos históricos personajes. Para muchos no tiene nada que ver con la obra de Cervantes. Sin embargo, Honor de caballería sabe muy bien que sus personajes están definidos de antemano y se dedica a jugar con ellos y con las expectativas de los espectadores. Cero solemnidades.

 

Uno de los nombres consagrados que comprobó su calidad fue Johnnie To con Election 2. Es cierto que para quienes no vimos la primera cuesta un tiempo meterse en la historia, pero una vez que uno logra ingresar a ese mundo de mafiosos y traiciones, se sigue con singular pasión. La puesta en escena vuelve a ser notable, como en todo film de To, quien aquí homenajea continuamente a otra saga mafiosa: El padrino. Su protagonista se dirime entre el negocio familiar del crimen, o independizarse en otros comercios. Como el Michael de Al Pacino. Cuando la violencia estalla lo hace con toda la furia, pero To se aleja de todo morbo posible para centrarse en la psicología de su personaje. El estupendo plano final es la autoconciencia del mal no pudiendo detenerse.

Election 2

 

Con la ligereza habitual que, sin embargo, demuestra una posición política bien clara, el iraní Jafar Panahi trajo una de las películas más graciosas, divertidas y relajadas. Offside es el seguimiento a un grupo de mujeres que quieren ir a ver un partido de su selección de fútbol, pero tienen el acceso prohibido al estadio por parte del gobierno. Para eso deciden vestirse como hombres. Con una puesta en escena justa, trabajando casi siempre en un único escenario, Panahi derriba los absurdos del sistema a fuerza de gag y simpatía. El final es de los más festivos y alegres que se recuerden.

 

Hombres apagando incendios, hombres trabajando en las minas, hombres en el espacio, hombres pescando calamares. Jiska Rickels gusta de introducirse en ambientes laborales gobernados por hormonas masculinas. La única mujer que aparece en su documental 4 elements, lo hace a lo lejos dentro del plano y de costado. Rickels presta atención a los detalles, encuentra similitudes y halla lo maravilloso en ambientes que son puro trámite administrativo. Su film está plagado de imágenes hipnóticas que no buscan más que hacer arte de lo cotidiano. Dos mineros lavándose la espalda mutuamente luego de largas horas de trabajo, son un reflejo del homoerotismo que se respira en esos ámbitos, y que esta mirada femenina encontró con singular talento.

 

Dos documentales sudamericanos pintaron a su manera la actualidad de cada país, y su connivencia con el pasado violento. El chileno Reinalda del Carmen, mi mamá y yo, de Lorena Giachino Tórrens, es un interesante documento sobre una desaparecida simbólica de la dictadura de Pinochet. Pero el interés del material pasa porque la madre de la directora es la protagonista, y vemos cómo la decisión de escarbar en el pasado le genera inconvenientes en su salud. Allí el documental comienza a preguntarse hasta dónde es válido llegar para conocer el pasado. Esa entrada en crisis le agrega un dramatismo y un sentido de búsqueda estética que lo convierte en un elemento extraño y honesto. Por otro lado, La crisis causó dos nuevas muertes es un trabajo de los argentinos Patricio Escobar y Damián Finvarb que ya se estrenó en el país, pero que no tuvo la difusión necesaria. A partir de la muerte de dos manifestantes a mano de la policía, habla de la vinculación entre los medios y la política, y de cómo esta burbujeante mezcla virtualiza realidades. Imperdible.

 Ten canoes

 

Vista el último día de competencia, ya con los ánimos cansados, Ten canoes fue una graciosa manera de ir despidiéndose del festival. Rolf de Heer y Peter Djigir crean un objeto extraño: por un lado su película parece un falso documental sobre una tribu indígena, plagado de lugares comunes y con resoluciones de puesta en escena vulgares. Sin embargo de tan chapuceros que son algunos momentos, uno no sabe si en verdad se trata de una parodia a los documentales de la National Geographic. De ser así estamos ante un film desprejuiciado, repleto de gracia y libertad expresiva. Ten canoes es candidato a la subvaloración eterna.

 

De lo visto por estos pagos, este grupo de films ha sido lo más destacable. Por cuestiones de tiempos y complicaciones no hemos podido presenciar los últimos Manoel de Olveira, Tsai Ming-Liang, Apichatpong Weerasethakul o Nuri Bilge Ceylan. Pero dicen las buenas lenguas que cumplieron con lo prometido. Como decíamos, las películas son las que hacen a un festival. Los días de ficción se acabaron. Hasta el año que viene.

 



Menú

|| Información |Contacto |Archivo ||


Copyright © 2003-2007 zonamoebius.com

Prohibida la reproducción de cualquier parte de este sitio web sin permiso del editor
Todos los derechos reservados