Marcos
Vieytes |
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Tres es multitud La historia universal de la poesía cuenta seguramente con más de un verso memorable de Leopoldo Marechal, pero hay uno cuya popularidad iguala a su sencilla belleza. El mismo, endecasílabo y final para más datos, dice, matemático y sensible, que con el número dos nace la pena. Qué mejor para espantarla, sin por ello espantar la discreta emoción que expande ese hermoso verso, que un par de películas protagonizadas por unos tríos heterodoxos, dos terceras partes felices y una multitud de voces que, si no excluyen la tristeza, cuando menos dan su rumor por compañía. Suerte de monólogo y poema filosófico filmado, los pensamientos de cabos, tenientes, sargentos, algún que otro general y una muchedumbre de soldados rasos comisionados a una isla del Pacífico durante la segunda guerra mundial se balancean sobre La delgada línea roja que separa la cordura de la insanía, esa muerte en vida del alma a la que la guerra provoca con irresponsable asiduidad. Terrence Malick, arquitecto mayor de paraísos perdidos cinematográficos, vuelve a filmar después de veinte años y consigue una de las más raras películas de la historia del cine (también es bueno saber que pronto ha de estrenar otra suya cuyo título puede funcionar como un claro manifiesto de su poética: El nuevo mundo). Viejos, en cambio, u oscuramente misteriosos son los mundos que el género de aventuras suele visitar o descubrir. En Indiana Jones y la última cruzada éstos se combinan con el universo reciente de la Alemania nazi para darnos, aunque suene extraño decirlo en este contexto, dos maravillosas horas de alegría visual, comedia y acción. El célebre arqueólogo de Spielberg debe correr junto a su padre esta última aventura de la saga y ese presupuesto argumental le ha dado a la cultura popular la inolvidable pareja compuesta por Harrison Ford y un Sean Connery que nos recuerda a El hombre que quería ser rey, película de John Houston que Retro está dando estos días. Si el falaz refrán refrenda, en el que parece oírse un eco del verso de Marechal, que nunca segundas partes fueron buenas, también podríamos decir con ánimo fundacional y la misma sentenciosa arbitrariedad que las terceras partes nunca han sido malas. De inmediato se me ocurren unos cuantos ejemplos para desmentir tal aserto, pero dónde se ha visto que el fundador de un refrán se contradiga a sí mismo. Como sería más coherente que apoye la afirmación antedicha propongo la recomendación fílmica del párrafo previo como prueba, y también la de este. ¿Qué todavía no he recomendado ninguna película en lo que va del mismo? Pero ¿qué apuro hay? Imagínense que recomendar la tercera parte de una película china de artes marciales no es tarea fácil para un crítico occidental, novato y un poco ebrio como está quien les escribe a la luz de los fuegos artificiales dispuestos para despedir el año que se va. A decir verdad, mi ebriedad responde a una causa mucho menos frívola. Como tanto actor que para mejor representar a un parapléjico cruza la quinta avenida con el semáforo en rojo para experimentar en carne propia las motivaciones de su personaje, yo provengo de la escuela crítica que postula, por ejemplo, emborracharse y durante tres noches seguidas antes de escribir sobre Drunken master III o, en su defecto, ver la película. Pero esto último prefiero que lo hagan ustedes. Y con una botella a mano, por si no les gusta. Claro que si no están sobrios les recomiendo saltarse las próximas dos historias de amor. Si las ven igual, no se confundan. Es cierto que las parejas están compuestas de dos pero, como este mes rige la ley que se desprende del verso marechaliano, estas parejas son parejas... de tres. Vuelvo a repetirles que no es el alcohol el causante de ese amor tridimensional, sino la Vida bandida pero escogida voluntariamente por Bruce Willis, Cate Blanchett y Billy Bob Thornton, Ladrones por siempre (imperdible) como los de John Woo que hacen del delito una de las bellas artes, así como Levinson y el poeta hongkonés de la cámara aérea hacen de su cine un homenaje al Hollywood de la comedia loca, el artificio y la gracia. El dato: las cuatro películas sobre gauchos populares –históricos o míticos- que dará Space durante las mañana de enero y que incluyen Juan Moreira, Mate cosido, Facundo la sombra del tigre y Santos Vega, con el elusivo y cimarrón José Larralde, cantor y poeta de culto, en la piel del payador que se le atrevió al mismísimo diablo.
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