Ser padre hoy

Mauricio Mex Faliero

 

Significados. Muchas veces la necesidad de un director por decir algo, más allá de la historia que elige contar, genera distorsiones en la apreciación de las películas. Hablamos del terreno de las pretensiones, y en él se corre el riesgo de vulgarizarse en busca de un producto popular (cine hecho pensando que el público es idiota), de ser excesivo en recurrir a ciertos virtuosismos narrativos y de puesta en escena (algo de ese cine hecho por estudiantes de cine), o de ser terriblemente sentencioso y aleccionador si lo que se intenta es hablar sobre una temática social (películas sobre enfermedades, por ejemplo). Y esto excede a los resultados finales de un film, que igualmente puede ser correcto y apreciable. Está claro que cargar de significado a una obra atenta contra la honestidad intelectual del autor de turno. Pero todos estos elementos que se presentan como un problema, no lo son cuando uno ve una película de Daniel Burman, porque aún estando presentes, subyacen bajo la voz fuerte y personal de sus historias.

Derecho de familia pareciera a simple vista una película más. Sobre todo porque algunos de sus puntos temáticos y narrativos parecen chocarse y encontrarse con la anterior y exitosa El abrazo partido, más allá de las marcas autorales posibles, casi pecando de reiteración. Si hasta su mismo título juega peligrosamente al borde del facilismo cuando apela al doble sentido dialéctico entre la historia de abogados y la de padres e hijos que alberga en su interior. Pero el film no es ni simplón ni conservador.

Si tenemos en cuenta la noción de familia y de cine para la familia que ha sido ley en la cinematografía argentina, hay en Burman una necesidad de reconstruir en dos direcciones: artística y social. Primero, demostrando que hacer cine para el gran público no es mala palabra. Segundo, que defender ciertas instituciones no es aburguesamiento cuando lo que se busca es que esas mismas instituciones sean un medio y no un fin en sí mismas. En el fondo, ambos caminos son el mismo, porque una sociedad que produce y consume un mejor cine estará más abierta a las modificaciones y a los cambios estructurales, y se alejará de posturas conservacionistas.

Así como los espectadores, los personajes de las películas de Burman deben aprender a aprehender sentimientos, sensaciones, situaciones de vida. En Derecho de familia, Ariel Perelman (Daniel Hendler) es un joven abogado que tiene a su cargo una cátedra en la Facultad de Derecho y un puesto como defensor público. Perelman hijo (como se lo identifica en el film) eligió la justicia, mientras que su padre optó por la ley. Bernardo Perelman (Arturo Goetz) es un distinguido abogado, muy querido por sus clientes, y con un gran manejo de los pasillos tribunalicios, con sus códigos y sus desvíos. El primero no quiere reconocerse en el segundo; éste espera agazapado que el otro despliegue sus alas. La confrontación es tan tácita y primal como lo puede ser entre dos hombres, que encima son padre e hijo. Estas tensiones filiales son manejadas por el director con enorme sutileza, a partir de acciones y actitudes antes que por palabras o explícitos discursos.

Si se evitan los subrayados es porque se pretende que lo que prime sea la narración antes que el mensaje. Como decíamos al comienzo, no hay aquí una explicitación de los significados que contiene el material. Tenemos una obra accesible para el gran público, con personajes reconocibles, con figuras de la tele, con un ritmo sostenido, con un guión repleto de frases inteligentes y recordables, repleta de ternura y sensibilidad. Pero no son más que los instrumentos con los que se cuenta el cuento. Y eso es lo que importa: el cuento, la historia. Derecho de familia no nace como algo popular por sí solo, sino que se transforma en popular en el camino, por cómo está constituida y por el impacto final que genera. Lo popular sólo se termina por concebir una vez que se enfrenta al verdadero objetivo: el público. En este sentido, el film puede ser visto como una expresión bien clara de lo que una cinematografía debería entender por industria: productos sencillos, nobles, honestos y bien realizados que no subestimen al espectador. Está claro que Burman opina sobre el cine, haciendo cine.

Derecho de familia también es la culminación de lo que la crítica ha denominado como la “trilogía de los arieles”, que empezó con Esperando al Mesías y siguió con El abrazo partido. Un tríptico que aborda el tema de la relación entre padres e hijos, una obsesión que lo emparienta con Steven Spielberg, y un poco menos deliberadamente con el Antoine Doinel de Francoise Truffaut (hay también en la composición de sus diálogos, y en la forma en que conversan espacio y personajes, algo de Woody Allen). Pero como todo en Burman, nada es preciso y deliberado (aunque todo es claro), más allá de intentar un cine que aprecien las mayorías. Así, sus ideas sobre la paternidad y la familia no escaparán de cánones clásicos, pero simula toda una modernidad en el hecho de apuntalar valores establecidos desde una perspectiva renovada y superadora, alejada de la idea de la familia unita alrededor de la mesa dominguera.

Muchos critican en Burman el hecho de que no logre cohesionar una historia, y que se vaya en apuntes y viñetas. Y precisamente esa es su virtud: hablar de temas considerados “importantes” en voz baja, sutilmente, como haciendo anotaciones en los márgenes. La voz que susurra y sugiere es importante en sus películas, allí está la voz en off de Hendler que en vez de redundar las imágenes, las agiganta y las resignifica. Tal vez por eso, el peor momento en Derecho de familia llega al final, cuando Perelman hijo subraye con su discurso oral lo que estaba bien claro en el plano visual.

Significados. A los 33 años Daniel Burman ha logrado un cuerpo de obra compacto, sostenido por una columna vertebral temática. Sin embargo, a partir de su maduración como artista, también gusta de escabullirse de la imagen del joven exitoso. Su presencia, tal vez influenciada por sus silencios, es ya la de un director, no la de una promesa ni la de un niño mimado. Es así como surgiendo en el marco de una generación que renovó el cine nacional, su figura aparece como despegada de ese grupo, diferenciada. No hay en Derecho de familia una búsqueda por hacer explícitos los significados. No se evidencia la necesidad de recostarse en el público, no es machacona respecto de sus lecciones de vida, no es la lección audiovisual sobre las posibilidades teóricas del cine, no es la conclusión final sobre la familia. Burman, como los padres actuales que imagina o prefiere en sus films, alumbra vida (hijos, películas) para luego dejarla a la deriva, no como una forma de abandono, sino como la única posibilidad futura de desarrollo individual. Dar las alas para que luego se aprenda a volar.

Pulsa aquí para leer el reportaje a Daniel Burman realizado por Javier Luzi y Mauricio Mex Faliero


Derecho de familia, Argentina 2006. Director: Daniel Burman. Protagonistas: Daniel Hendler (Ariel Perelman), Julieta Díaz (Sandra), Arturo Goetz (Bernardo Perelman), Eloy Burman (Gastón Perelman). Guionista: Daniel Burman. Fotografía: Ramiro Civita. Montaje: Alejandro Parysow. Dirección de arte: María Eugenia Sueiro. Música original: César Lerner. Vestuario: Roberto Pesci.

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