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Contra el viento Mauricio
Mex Faliero |
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Escribo estas líneas en medio de la vorágine Harry Potter. En Estados Unidos, en Argentina, en Inglaterra y, de existir El país de las maravillas, también allí, miles de personas acuden a los cines a ver Harry Potter and the globet of fire (Harry Potter y el cáliz de fuego). Las adaptaciones cinematográficas de las novelas de J.K. Rowlling se han convertido en un fenómeno popular inmenso, y todo hace suponer que la saga entera será uno de los negocios más rentables de la historia del cine. Más allá de los valores mínimos de esta cuarta parte dirigida por Mike Newell, Harry Potter and the globet of fire tiene un valor extemporáneo, y es el de interpelarnos como espectadores. Porque ¿qué convierte a una película rutinaria en un éxito de masas? ¿Por qué el suceso no decae, si film tras film se repiten conceptos e ideas? ¿Por qué nos gusta que nos cuenten siempre la misma historia, y nos conformamos con recibir lo que esperábamos encontrar, sin una pizca de más? Tal vez la actitud de hacernos estas preguntas ante un tanque que acumula salas de estrenos, relegando otros productos más creativos, tenga el mismo valor que orinar contra el viento. Se sabe, el sistema se ha convertido en un mecanismo necio. Y ante lo masivo, no debe haber reparos. Salvo que el elemento adorado por multitudes sea Guillermo Francella (para los lectores que no sean argentinos, un buen comediante de televisión, protagonista de esperpentos taquilleros en cine) y allí sea cool dispararle sin piedad. Pero
estos reproches se justifican cuando uno se tropieza, casi sin querer,
con la carátula de The Hitchhiker's guide to the galaxy
(Guía del viajero intergaláctico) en
el videoclub. Se sabe, nada es casual, y si uno elige comenzar de esta
manera un comentario sobre este film, es porque tiene ciertas vinculaciones
con la historia del joven aprendiz de mago. Primero porque se trata
de sendas adaptaciones literarias, y además porque ambas son
de origen británico. Pero tanto Harry Potter como The
Hitchhiker's guide to the galaxy recurren a la fantasía
para (intentar) explicar el mundo, y tienen a la búsqueda de
la identidad como dilema existencial del ser humano. Sin embargo donde
divergen es en algo esencial (hablamos exclusivamente de las películas,
y no de los libros): resultados finales y éxito de público.
Llamativamente, y un signo de los tiempos, la más creativa e
imaginativa es la que menos interés deparó. The Hitchhiker's guide to the galaxy es el debut en el largometraje del inglés Jennings, quien antes había dirigido algunos videoclips, como los estupendos Imitation of life de REM y Coffee and TV de Blur. De allí se desprende que estemos ante un tipo capaz de fusionar, al igual que Spike Jonze, ideas basadas en la imagen con la narración de una historia. Además Jennings se suscribe a ese selecto grupo de directores como Steven Spielberg, James Cameron o Robert Zemeckis, que utilizan los efectos especiales como un recurso, y no como un fin. Por eso la necesaria digitalización luce más cuando los FX son transformados en ideas (la ballena que cae del espacio, por ejemplo). De hecho, Jennings, en una obvia filiación con la primera saga de Star wars, opta por decorados reales y por muñecos manejados por titiriteros (como los volgones, gentileza de la factoría de Jim Henson) para darle vida a muchas de las criaturas que habitan su película, texturando el film de una nostálgica clase B. En medio de tanta realidad virtual, el director opta por orinar contra el viento. The Hitchhiker's guide to the galaxy cuenta la historia de Arthur Dent (Martin Freeman), quien cuando todo comienza se encuentra tratando de impedir que una empresa constructora tire abajo su casa, ya que ésta impide el paso de una autopista pronta a construirse. Allí hace aparición su amigo Ford Prefect (Mos Def), un extraterrestre encubierto que lo ayudará a abandonar el planeta Tierra que, como la casa de Dent, está pronto a desaparecer. Así, Arthut se transforma en el último ser humano de la historia de la humanidad y comienza una aventura que lo conducirá a través de diversas razas y universos. Sin embargo las dudas en todas partes son las mismas: ¿de dónde venimos y hacia dónde vamos? Lo gracioso es que la respuesta está, lo que nadie comprende es el significado. La película se transforma en una serie de viñetas acerca de la travesía intergaláctica, y en una suma de teorías imposibles sobre el universo. Precisamente la Guía mencionada, es un libro que responde algunas de las incógnitas que se suceden. Adams -quien trabajó en el guión de la película antes de fallecer sin ver los resultados finales- juega constantemente con el sentido de la creación, a partir de razas, planetas y reglas. Por ejemplo una de las razas más temidas son los Volgones, no por su violencia, sino por su burocracia y aburguesado sistema de vida. Pero hay más: los delfines fueron los primeros en enterarse de que el planeta iba a desaparecer y cantan una canción; el presidente de la galaxia (un Sam Rockwell exquisitamente desbordado) con el cerebro dividido, por un lado egocéntrico y torpe y por el otro despreciable y ruin; una nave espacial con personalidad como la HAL 9000 de 2001, pero en este caso amable y súper optimista; y una religión que endiosa al estornudo. Sin embargo, lo mejor viene por el lado de Marvin, un robot con la voz de Alan Rickman, maníaco depresivo y poseedor las más graciosas líneas de diálogo de la película. The Hitchhiker's guide to the galaxy es un delirio absoluto. Y aunque parezca una contradicción luego de todo lo dicho, se trata de un film irregular y por momentos fallido en su intento de imbricar comedia, con aventura y ciencia ficción, ya que por su ritmo endiablado no deja reposar las miles de ideas desbordantes de ingenio que posee. Su narración se torna desprolija, y en ciertos pasajes algunas actuaciones se salen de registro (aunque deliciosamente, como en el caso de Rockwell). Pero no es contradictorio, también desprolijas resultaban las parodias de los Monthy Python, y de allí su filiación. The Hitchhiker's guide to the galaxy es de esas películas que más allá de sus resultados, estimula. Porque arroja mil conceptos por segundo, porque resulta lúdica y desprejuiciada, porque es crítica sin ser solemne, y porque crea un universo y sus reglas, y las respeta. Pero sobre todo porque se da el lujo de la imperfección, y no se transforma en la fría y correcta traducción de un lenguaje al otro como la saga de Harry Potter. En tiempos donde los espectadores poco arriesgan, y concurren en masa a ver lo que el mercado indica, está bueno que el cine lo haga por ellos y ofrezca productos como este. Lástima que haya que comprar la Guía del viajero videoclubláctico para poder encontrarlos, arrumbados en algún anaquel. Sin el abuso de los guiños a la cultura pop que lastra tantas películas en la actualidad, y sin sostenerse visualmente en el futurismo trash high-tech post Matrix, The Hitchhiker's guide to the galaxy parece estar poseída por el placer de contar una historia contra los preceptos de su tiempo. Logrando la autoconciencia suficiente como para entregarse como un sabroso entremés del material original, representándolo con las armas del cine, sin intentar desbordarlo. Ya mismo me voy para la librería a ver si consigo el libro de Adams. |
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The Hitchhiker's guide to the galaxy (Guía del viajero intergaláctico), EE.UU/Inglaterra 2005. Director: Garth Jennings. Protagonistas: Martin Freeman (Arthur Dent), Mos Def (Ford Prefect), Zooey Deschanel (Trillian), Sam Rockwell (Zaphod Beeblebrox). Guionista: Douglas Adams, Karey Kirkpatrick, adaptando el libro de Douglas Adams. Fotografía: Igor Jadue-Lillo. Montaje: Jerry Chater, Niven Howie. Dirección de arte: Alan Cassie, Daniel May, Phill Simms, Andy Thomson, Frank Walsh. Música original: Bernie Leadon, Joby Talbot. Vestuario: Sammy Sheldon. |
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