—Este
poema es el de anoche
desnudos en la cama
tu piel blanca junto a mi piel oscura
hacían un hermoso contraste
de cuerpos de razas perdidas
hacia atrás en el tiempo
como el origen del amor...
—me recuerdo hojeando
azules, tristes boletines
o empinado sobre el mármol pulido y esquinero
la lluvia viniendo de la casa
de altos...
Un parral polvoriento y generoso
un malvón rinconero
una higuera apenumbrada, rendida de misterios
limoneros altos
de oro, tocados por el sol
claveles rojiblancos
y las cuatro estaciones
fueron mis paredes
Sentí hasta los huesos
la luminosa intemperie
de
los días
el gorjeo de las ratuchas
en el laberinto del ligustre
escabroso y cerrado
de árboles y plantas
de cielo y tierra
de espalda y luna
fueron mis paredes
coloridas, cambiantes
de sucesivas mutilaciones
en los instantes quebradizos...
* * *
—un día se deshacen
los malvones
y el talismán de ruda
no protege
se rompen los espejos familiares
y caen todas juntas las desgracias
El patio de la casa
es un enjambre de pasos extraños,
ajeno,
donde arramplan los vientos los postigos
la lluvia come paredes y metales
y la noche
se instala para siempre
detienen su escalada los
pastos
amarillentos y mustios
a la altura de las rodillas
* * *
ves? esa rama aún
no quiebra del todo,
sigue alimentándose
del aire del cielo
de la lluvia y la raíz
así ellos
un poco caídos
un poco inclinados hacia el camino
sabrán buscarte el corazón
una noche o un día cualquiera...
* * *
Días de entrelazar la
sangre del amor
la cocina donde mi suegro Ramón
tomaba mate en penumbra
* * *
Ella y yo
mirando caer la tarde
ya inmóviles inquietos
ya alunados altivos
descansando uno contra el otro
Caminos llevan y traen
pechos que aspiran impulsan
nuestras palabras
en
veleritos
por la mar tierra
Preguntas a la noche
sabemos hacerle ella y yo
pulsear con la muerte
torcer y enderezar la vida
los entuertos de norte sur
el elemento de que estamos hechos
impresos
en este lunfardo apócrifo y real
de escribir
de
estar vivos
* * *
Pasadas las doce
se vuelven melancólicos
los poemas;
sentimos que algo
nos
falta.
* * *
Abril,
me hago a tus noches estáticas
extraigo luz de estrellas
multiplico mis ojos
mis manos
Sentiré tu mordedura,
Abril
cada vez que regreses
sin mi hijo perdido
A veces
me siento acompañado
por
las cosas que me rodean
un árbol
un
sendero que llega
al
fondo
donde voy a mirar el cielo
y las cañas
que
el viento hace silbar
No es que las cosas
me hablen
yo invento diálogos con ellas
las tuteo
y las llamo por su nombre
que sé de chico
Ellas hacen acto de presencia
escuchan mis largos monólogos
no me rechazan,
con ellas
soy lo que digo
y por eso soy lo que soy
se quedan
cuando las acaricio
Salgo de entre ellas
en paz conmigo.
* * *
Hay noche en mí y noche
afuera
mientras escribo el poema de la tarde
al filo cantan
los pájaros crepusculares
* * *
Lectura del árbol
del pájaro y el nido
del cielo azul donde cabalgan nubes que son gigantes
donde no abisma ni cansa mirar
lejanías y transparencias
ah, las cortinas de lluvia los alados taladros
hundiéndose en el barro de los días y las noches
lectura de la lluvia
lectura del viento y de los cabellos al viento
de las manos desatadas de hermosura
ya increpantes
ya acariciadoras
ya tristes alegres
nómadas de hacer
Cerremos el libro de convenciones
y leamos en la vida
para luego escribir
la nueva palabra
chispas
de la palabra nueva.
En el grafito del lápiz
que baja deslizándose
margen a margen
escuchemos el galope del caballo
y el ladrido del perro
a la noche y el día en substancia
Que los hombres lean su
palabra
sobre la corteza del papel
y en los besos
leamos en los besos que dan
los labios
leamos en las manos de los hombres y mujeres
bajo cuyas palmas
mueren víboras y enredaderas...
Mullido de verde, en cada hijo
en cada amor
en el cálido sueño de ella
en cada vena mía
en las sensibilidades que avanzan
sobre los parias del mundo
de himnos y panes armadas
en las tacuaras
sobre cada rama seca
sobre los corazones rotos y desolados
en los rostros de los niños
que nacen y enseguida se marchitan
en todos los que van y vienen
por mis besos
tiende puentes y escaleras
para el que trae
desde
el barrio
la hermosa tarea
de la canción y el poema
en cada madre
en cada criatura de la tierra
en cada pájaro que canta y aletea
En el libro trabajado
ya en el silencio de los cuartos
o en el bullicio de calles y bares
en el libro que ocupa las horas
el libro entre las palmas
sosteniendo el pensamiento
En desolado velar me consumo
asido al robusto hombro de un amigo
* * *
Entre acacias y paraísos
me desvanezco
los autos corren casi
a la velocidad de la luz
alto, vuelan los ibis
sobre las pirámides del corralón
una pared fresca de eucaliptus
me devuelve la mirada
* * *
Cerca de aquí
florecen jaras
en los ranchos del río
* * *
El cuello de la noche
es
tan hermoso
y parecido al de una botella de vino
inclinada sobre el vaso del día
* * *
La noche cae pareja
como un poncho
sobre un niño dormido.
* * *
Hay una lluvia tenue
que se ha vuelto tema de mi mirada
Dicen que los poetas podemos
hacer ciertos milagros, torcer el dolor de los otros en el espinazo del
nuestro, encender la alegría con un poncho marrón de viento;
dicen que frotando las palabras en un papel siempre algo sucede. Será
por eso que hoy me confiaron reconstruir tu voz desde este lado, como
si la vida fuera un hilo solo que nunca se corta?
Dame la sombra de tu mano,
bajame una estrella,
un estribo
donde poder hacer pie
y descansar por unos años
mi cuerpo.
Dame la sombra de tu mano,
guardate la tristeza
ya llevo la mía, no ves?
en mis ojos
donde tengo un dolor
de hace mucho, lo sé.
Dame la sombra de tu mano,
la flor que cuelga
de tu rama inquebrantable
por donde pasa la luz
y gotea la lluvia
y se vuelca el viento
y se queda la primavera
siempre, abajo
pasa el camino, siempre
abajo, muy abajo, vivimos nosotros.
Dónde estabas ese día
en que algo tuyo se moría en el alma?
dónde pusiste tus ojos?
desde entonces falta una luz
en nuestras casas de cinc
y sobra un lugar en nuestras mesas
de hule
pero ellos no han conseguido
matarte aún en el recuerdo
y cada tanto vuelven a buscarte
en nuestros corazones
escarbando con sus sables
y al no encontrarte
gritan y se muerden.
Dame la sombra de tu mano,
poneme un canto allí
donde el canto del mirlo
agotó la mañana,
mis
mañanas?
cardos mis manos
donde dejás
las mariposas de tu pelo
árboles tendidos
el bosque todo.
Dame la sombra de tu mano,
soltá tus pétalos
sobre la tierra plateada
allí donde ellos
se cansan de buscarte
dame tu mano en flor
prendida a mi camisa
subí hasta mi espalda
quedate ahí.
Nos falta un fuego
una pala
para ese fuego,
nos está faltando todo
desde que no hay justicia;
creo que fue un invierno
en que nuestros hijos
salieron de casa
y no los hemos vuelto a ver;
desde entonces los buscamos
en tu jardín.
Dame la flor de tu mano,
la sombra buena,
que no me pregunten
tu nombre.
* * *
Soy de un pueblo de arquitectos
que nunca edifica
Un pájaro indeciso entre dos vientos
un alambre que descansa en dos paredes
útil deforme húmedo y mal vestido
Es la lágrima que reparte
su llanto
El lobo vestido de uniforme que vive a traición
El poeta que no dice todo lo que calla
Son sueños de clavos
nuestros sueños, hermano
Nos tuercen los martillazos que nos dan
con sus tambores
en plena cabeza
Hoy amanecí con un libro
en la mano
cuidándome toda la noche
amanecí sin uñas en los dedos
Se las dejé clavadas en el sueño
a mis enemigos
que con sus caras ocultas
y sus botas calzadas
daban alaridos de dolor
y huían de mis manotazos
cuando yo los castigaba
con la verdad de mi hambre
Hoy amanecí libre hasta
la puerta de calle
hasta el umbral de mi puerta
hasta aquí llegué
* * *
Tengo treinta
años,
dice ella,
y todavía no he
ordenado mis pensamientos
ni busqué plasmarlos
en el «Libro de las Grandes Ideas...»
No tomés más de este vino de los hombres
que emborracha y no andés con ese charlatán de Sócrates,
que filosofa con los sátiros del pueblo
y te llena la cabeza de ideas,
terminarás como él
abrazado a la muerte.
No te quedés hasta altas horas de la noche
en los banquetes - donde van esas perdidas-
y no cargués el libro pesado
de la República...
y cuidate de los políticos, de los sacerdotes
y de los traficantes de esclavos,
que como los sofistas,
no son de fiar...
No bailés en puntas de pie
con la corona de laureles puesta
que la podés perder y no exhibas
tu cuerpo olímpico en el estadio,
que la gente envidia y se
reirá de vos...
No bebas el agua fría de esa jarra de plata,
que, como te dije, es la causa de los
pensamientos sensuales y morbosos
(escuchá a nuestros padres)
¿Por qué rompiste aquellos bellos poemas
que escribiste en tu juventud?
Comportate como un griego juicioso
en casa no te falta nada
por qué salís por ahí
a complicarte la vida.
* * *
Cuando tardo en llevarme el mate
a la boca
es que cargo encima
una soledad de terraza
que me tiene en la mira y no me deja
Es sólo un cambio de sombras la noche
es la tierra que dormida
pega una vuelta sobre su cuna
y pasa su lado izquierdo al derecho
Yo ya conozco esa transformación
ese respiro que se asemeja
a la libertad que me tomo.
Aquí es donde necesitamos
que una mujer nos arrobe en su falda
y nos ame a tiempo.
Si fuera así
no me quedaría sentado en la perezosa
más abajo de estas estrellas
donde no hay diferencia
entre un hombre y su espalda.
* * *
Cambio de vientos
de posición
no
de ideas
cambio de caminos ya probados
de estas palabras que ya
no me expresan
Me salgo de esta silla
de esta llave
que ha extraviado a su puerta
de esta pena por otra
que me dure
de este tiempo
por otro más seguro
Mudo de mis dientes
de la gente y los anzuelos
que me tienden
Mudo de la vida hacia la muerte
de la casa de mis padres
que aquí se quedan
con mi ropa y mis muebles,
de mis pobres amigos
jamás me iré del todo
para mis vecinos
Mudo de estas cuatro paredes
en las que todos
me creían sepultado
Cambio de cajones mis poemas
* * *
Justo en medio primavera
nadie extrañará una flor
* * *
a Tucata
Graves motores son
los pulmones con que respiro
viviendo de lo que gano
con estas manos
sólo para cigarrillos
trabajo malsano
Canción amarga escucho
en la boca del viento
me pego a las paredes
con todo mi cuerpo
vuelvo de cargar el día
a ellas me sostengo
Grito quebrado son
mi garganta y mis manos
me entrego al olvido
por estas calles
que corren
bajo mis pies
Latido mortal siento
como si me quebrara
mitad sobre la mesa
mitad sobre la cama
unas manos me acomodan
y callan
* * *
a Oscar Andrada
Como la hormiga elefante
movías tu cuerpo
por las grietas de un día
queriendo hacer temblar
las estructuras
que
todavía no ceden
«¡no comparto!»,
te repetí mil veces
por lomas atardecidas
detrás de tu gesto
veías
el fondo
y bajabas
a consolar a viejos derrotados
con ciegas razones
tercos índices
y sordas victorias
señalabas
a
los traidores del pueblo
tu voz
volvía
a ser humana
nombrando al barrio
y a los amigos
con versos de Drummond
y
Apollinaire
tus ojos compañeros
me buscaban
gustamos cigarrillo y rubia
elogiando a la noche
a la chica de Ipanema
y al acorde suspendido
de
una guitarra
Lucio supo fijar
en el agua de un día en retirada
tu rostro en sombras.
* * *
Los libros mueren un día
después de ser cantados
algunos los matan delicadamente
con una flor adentro.
Sólo la caída del
tilo
la desaparición de un amigo
o la decadencia de un pueblo
son hechos que se acercan a esta muerte.
Quizá por eso
hoy salgo a descolgar las hojas de los árboles
ganándole al otoño
y recojo los libros que otros no quieren
antes de que mueran.
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