Fernando Acevedo

Aplausos. Bajo y batería imponen su presencia cuando marcan el ritmo inicial. Se agrega una guitarra eléctrica que, poco a poco, trae a la mente Sueño con serpientes, cuya versión original apareciera en el disco Playa Girón.

«Sueño con serpientes,
con serpientes de mar,
con cierto mar, ay, de serpientes
sueño yo...»

Es Silvio Rodríguez, el autor, quien canta estas palabras. Siempre esa voz aguda y clara que lo hace inconfundible, omnipresente argumento en las largas discusiones de los jóvenes quienes, desde el boom de la llamada nueva trova cubana, no logran ponerse de acuerdo sobre "quién es mejor" entre Silvio y Pablo (Milanés).
Algo fuera de tiempo en esta estrofa, su voz fluye sin embargo de manera natural como en la versión de estudio, donde el cantautor cubano confía la base melódica de la pieza principalmente a su guitarra. Pero esta vez es todo un grupo el que va a dar un excelente marco al texto, y el mismo Silvio parece titubear en el intento por encontrar su puesto dentro de acordes y armonías que le son extraños.

«Oh, oh, oh,
la mato y aparece una mayor.
Oh, oh, o-oh,
con mucho más infierno en digestión...»

El coro no pertenece sólo a Silvio. Una voz dulce y profunda se agrega para tomar una firme posesión escénica y prosigue, también fuera de tiempo:

«No quepo en su boca,
me trata de tragar pero se atora
con un trébol
de mi sien...»

No obstante los traspiés, la armonía se vuelve impresionante. El bajo subraya con su acompañamiento los pasajes del otro intérprete, el también cantautor español Luis Eduardo Aute. La atmósfera es surreal. No puedo decir cómo habrá sido escucharla allí, en vivo en la Plaza de Toros de Las Ventas, en Madrid, e incluida en el disco del concierto que se titularía Mano a mano, pero la canción, con un crescendo que retumba en el pecho del escucha, cobra proporciones épicas gracias al ensamble música-voz.
Sobran adjetivos para describir las ricas carreras musicales de Silvio Rodríguez (baste recordar obras como Unicornio azul, Rabo de nube, Causas y azares, Te doy una canción y Ojalá) y de Luis Eduardo Aute (desde Rosas en el mar, Al alba, Dos o tres segundos de ternura y Las cuatro y diez hasta Alevosía, Hemmingway delira, Arrebato y Aire). Lo que no está de más es la invitación a revisar los discos de cada uno y comenzar a recopilar preferencias.
En este caso en particular, ya sea que se haga una profunda reflexión sobre el significado de las palabras o que se escuche atentamente la música en el estéreo casero, la versión en vivo de Sueño con serpientes es una experiencia que nadie debe dejar de procurarse.

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