Ser o no ser
Marcos Vieytes

 

La comedia romántica –de Shakespeare a Lubitsch y las que vendrán- es poseedora de un encanto inigualable, una energía contagiosa contra la que es imposible inmunizarse. Me atrevería a decir que es el más feliz de todos los géneros, con una felicidad que en los mejores exponentes no parece nunca ni impostura ni obligación. No es raro, empero, que el punto de partida de muchas de ellas sea un desengaño, una infidelidad, una ausencia: en fin, una pena que a los ojos del afectado tiene toda la magnitud de la tragedia. Poco tiene esto de asombroso; muy a menudo olvidamos que antes de ver a Julieta, Romeo no tenía ojos más que para Rosalina, y que la mudanza de las emociones es el motor dramático del género. Lo cual no significa que deba ceder a la tentación sentimental, nefasto cáncer de más de una decente comedia malograda.

No sos vos, soy yo elude sobradamente tal peligro, y los cinco minutos finales son más que suficiente prueba de ello. Cuando una de las protagonistas del triángulo pretende aprovechar la muerte de su padre para involucrarse nuevamente con el hombre al que traicionó, tememos que la dignidad emocional del relato sea echada por la borda. La resolución del conflicto por parte de Javier (Diego Peretti) —y el intertítulo que aparece como una rúbrica dramática— nos revelan lo consciente que estaba Taratuto del peligro y de los lastres del género. A contramano del cine de Campanella, pero con tanto o más éxito, no nos extorsiona con golpes bajos ni se apoya jamás en la moral de la lástima para sostener un discurso político demagógico. Se entrega a lo suyo, nada más y nada menos que la construcción de una trama romántica en base a personajes sólidos, tres secundarios efectivos (Martín y Laura -el matrimonio de amigos- y el psicólogo luthier) y un montaje tan ágil como los diálogos que pronuncia estupendamente Peretti (luego de la noche de bodas, sacando una entrada de cine y en la terraza con Julia).

Borges comentaba que las censuras suelen ser un acicate para el artista. La equívoca interpretación política que se le han dado a estas palabras no opaca su eficacia. Más que restricciones externas, un buen director de cine necesita imponerse dificultades que lo estimulen a superarse. Las exigencias del género se las dan, pero la autocomplacencia de muchos de los jóvenes realizadores convencidos de que lo real puede reproducirse en vez de reconstruirse es uno de los motivos por los que escasea dentro del panorama del cine nacional. El modo en que esta película es fiel a los más pequeños detalles del argumento —y la ética de los secundarios que apuntalan al protagonista— no dejan dudas sobre el rigor con que se encaró el proyecto.

Un incidente menor de la trama ilustra esto: cirujano responsable como es, pero distraído por el abandono —si no al pie del altar, segundos luego del sí— Javier ejecuta en quirófano una incisión sin haber anestesiado al paciente, provocando su alarido y nuestro consabido festejo. Esto que podría haber sido un episodio más y periférico de la historia —de hecho lo es—, olvidado rápidamente por el público y por el guión, no queda allí y ello constituye una evidencia más que clara de responsabilidad autoral. Varias secuencias más tarde, vemos primero el frente de una pequeña clínica dedicada a las cirugías plásticas, e inmediatamente a Javier solicitando trabajo debido a que una demanda del paciente contra el hospital le ha costado, como es natural, su anterior puesto de cirujano.

Resalto esta fidelidad hacia la lógica de la ficción guardada hasta las últimas consecuencias porque es una virtud en sí misma y además, da como resultado unos personajes y una historia verosímiles y consistentes, facilita las elipsis que ayudan al desenvolvimiento de la trama, y hacen a la solidez de la película toda. Apenas si lamento que unas cuantas secuencias mal iluminadas entorpezcan nuestra visión de los rostros enamorados de Julia y de Javier.


No sos vos, soy yo. Dirección: Juan Taratuto. Guión: Juan Taratuto y Cecilia Dopazo. Fotografía: Marcelo Iaccarino. Música: Diego Grimblat. Montaje: César Custodio. Casting: Gustavo Chantada y Cecilia Dopazo. Producción: Hernán Musaluppi. Intérpretes: Diego Peretti, Soledad Villamil, Cecilia Dopazo, Hernán Jiménez, Marcos Mundstock y Mariana Brisky.


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