El
concierto arranca con Glass, Concrete & Stone. Ecléctico
es el adjetivo que viene a la mente cuando intento describir la combinación
de cello, marimba y voz de psicótico. A primera vista quedan
definidos los dos grupos en la escena: la sección de cuerdas
viste de negro y la banda viste overall a rayas. Al principio,
la sección rítmica (percusión, bajo, batería
y guitarra) y el sexteto de cuerdas (violines, cellos y viola) parecen
tener sus parcelas definidas; a lo largo del concierto las fronteras
se irán difuminando. David Byrne & The Tosca Strings están
bien afinados para la ruptura de estereotipos. Al finalizar el primer
tema, Byrne presenta a los músicos. Sorprendentemente, dado que
se trata de un icono del world music, todos parecen ser nativos
del sudeste de Michigan: Saginaw, Kalamazoo, Shiawassee… Dudo
que la mayoría de la audiencia haya entendido el chiste. El público
es desconsoladoramente civilizado, o “políticamente correcto”.
Como
para recordarnos que los experimentos no son una manía nueva
para Byrne, el segundo tema es un éxito de Talking Heads, I
Zimbra, en el cual las cuerdas suplieron a los metales de la grabación
original de este afro-dub. La certeza de que valía la
pena incluir en el concierto a The Tosca Strings, un sexteto de Texas—integrado
por Leigh Mahoney (violín), Tracy Seeger (violín), Jamie
Desautels (violín), Ames Asbell (viola), Sara Nelson (cello)
y Douglas Harvey (cello)—llegó con la interpretación
de Why:
I got skills and I got secrets, I can part my hair
I feel an empty space where love could be
In adjoining universes
Touching here and there
I stick my head outside and I can see
Byrne continúa alternando piezas de sus más recientes
trabajos: Grown Backwards y Look into the Eyeball.
Aunque el público aplaude generosamente cada pieza, la sala no
termina de calentarse. El ex Talking Head improvisa discursos más
o menos humorísticos entre canción y canción. En
The Other Side of This Life, el percusionista Mauro Refosco
usa de manera impresionante la percusión electrónica y
la marimba, instrumentos que se acoplan con los violines para enmarcar
el inusualmente reposado canto de Byrne. El baterista Graham Hawthorne
muestra lo que puede hacer con los platillos; resulta convincente pero
no magistral.
Byrne pregunta “Who's
still workin' on his masterpiece?” Y baila. The Great
Intoxication. Refosco se pasea por el cum bahiano. Seguidamente,
arribamos a otro reencuentro con Talking Heads y los más osados
entre la audiencia se deciden a bailar con Naïve Melody
y Nothing but Flowers. En esta sección del concierto,
el bajista Paul Frazier tiene la oportunidad de hacer su aporte, poniendo
la base funky. Al llegar a Once in a Lifetime, media
sala está bailando movida por la mezcla de funk y punk
rock. Es Talking Heads, con violines de fondo. A sus 52, Byrne
también baila.
Sobrevino el anticlímax. Cierto que todos esperábamos
escuchar a Byrne cantando las dos arias incluidas en Grown Backwards,
así que no fue una sorpresa. Un Di Felice, de «La
Traviata», fue perpetrada por Byrne, demostrando que su registro
vocal no es para el bel canto. La idea de que cualquiera puede
cantar opera es bastante romántica. El resultado, fallido. Como
un necesario antídoto, luego tocaron Tiny Apocalypse,
tema en el cual Refosco ofreció una nueva lección de percusión
con efectos de secuenciador, campanas, timbales y percusión brasilera.
Una pausa.
La sección rítmica
en conjunto repite el mismo tono simple. La audiencia se levanta. Entran
las cuerdas, entre amenazantes y trémulas. La emoción
escala. ¿Cellos jamaiquinos? La nota intermitente en la guitarra
de Byrne. La voz en pico de falsete.
I can't seem to face up to the facts
I'm tense and nervous and I
Can't relax
I can't sleep 'cause my bed's on fire
Don't touch me I'm a real live wire
El grito ahogado de paciente psiquiátrico. Todos estamos bailando.
fa fa fa fa fa fa fa fa fa far better
Run run run run run run run away
Veintisiete años cumplió ya, el primer éxito de
Talking Heads: Psycho Killer.
La audiencia está lo suficientemente caliente para mantenerse
bailando con los simples ritmos de batería y percusión
de U.B. Jesus y el inicio de Like Humans Do, tema
cuyo final incluirá otra dosis de ritmos bahianos. Refosco en
concierto. Luego, vendrá Dialog Box con una buena interpretación
del bajista Frazier y The Tosca Strings doblando los metales de la versión
original. What a Day That Was también es mejorado por
el arreglo para cuerdas, que dota al tema de un lirismo totalmente ajeno
al original. No por casualidad el tema de cierre es Blind,
el último éxito en cartelera de Talking Heads.
El público está exaltado y no se mueve nadie. El concierto
ha terminado muy arriba y el bis puede darse por descontado. Efectivamente,
tras un par de minutos vuelven los músicos y arranca nada menos
que un ska. Con su peculiar acento newyorkino, Byrne canta
en español Desconocido Soy, el tema que grabó
hace tres años con Nrü (aka Rubén Albarrán).
Sigue con una imponente versión de Life during Wartime,
en la cual tanto la sección rítmica como las cuerdas descargan
con fuerza. Y la letra, desafortunadamente, siempre tan actual.
Heard of a van that is loaded with weapons,
packed up and ready to go
Heard of some gravesites, out by the highway,
a place where nobody knows
The sound of gunfire, off in the distance,
I'm getting used to it now
Los músicos se retiran en medio de una ovación. Los cuarentones
de la audiencia están demasiado entusiasmados para que el concierto
termine allí. Transcurren varios minutos. Comienza el segundo
bis. Byrne entra solitario en escena para cantar Heaven. Luego
entra el resto de los músicos para despedirse con Lazy,
en versión calypso.
Dejamos la sala felices y queriendo más. Y la noche es para volver
a escuchar sus discos, desde 77 hasta Look
into the Eyeball. Tengo que ir a comprar Grown Backwards.