FRANCESCO SIMONELLI |
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No
me reconozco como poeta; pienso que los escritos se parecen más
a regalos que a proyectos meditados. Me gustaría que cada lectura fuese un encuentro que tuviese la virtud de la mirada y no la seducción del espejo. |
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Crítica y Creatividad |
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(de su correspondencia compartida) | |||
No ha sido infrecuente, en
nombre de la "creatividad" y los presuntos derechos que otorga,
condenar a la crítica por su dependencia frente a las obras "originales".
Suponen los autores de tal dictamen que todo "metalenguaje",
escritura sobre la escritura, discurso hermenéutico, etc. carece
en lo absoluto de valor. Algunos llegan a sugerir que la "crítica"
es un atentado contra toda forma de creación.
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Epitafio ad infinitum |
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sin aturdimiento el mudo envés descansa del frágil
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Por alguna razón que no alcanzo a descifrar, siento que buscas por algunos de nosotros. Y digo indescifrables de tus razones cuando se me escapan tus palabras, tus densas marejadas infinitas, minuciosas. Al M. de instantes creo que lo abarco, sus palabras me tocan, muchas me conmueven. Al otro, al M. alud, casi le tengo miedo. Quizás sea el miedo de no querer mirar, el miedo a los abismos. ¿Cómo decirlo? Es que a veces tu poesía se me hace el festín de Trimalción. Y me dices cosas, M., tantas cosas, como demasiadas cosas. Soñar con que todo se hace poesía y poema es más de lo que puedo soñar. Quizás sea mi defecto, uno de los tantos, uno entre muchos, pero se me hace que la poesía -y el poema- profesan la castidad antes que la lujuria de las mejores intenciones. En demasía abruman, casi se desdicen, pienso acaso por mezquindad, acaso por una precaria sabiduría adquirida a juro en la belleza fugaz. Es arduo ser demasiado feliz. Demasiado poeta. Es la tentación de matar al hombre bueno prodigando excesiva bondad. Perdóname por ser tan prosaico, tan antipoético, pero la poesía roza al mundo, si logra rozarlo, antes que lo invade. Es su rastro, el anhelo de ella, su vida. Un mundo perfecta y permanentemente poético es la muerte de la poesía. Lo veo como un mundo de palabras sordas, puras esferas celestiales danzando su música y silenciando el incesante infinito que porque se pide y no se consuma está vivo. En los errores y horrores de estar vivo, de sudar, de hurgar mucha tierra y encontrar poca veta, digo yo, que quizás no sea nada ni nadie, que simplemente espero un milagro sin fe, un estallido fugaz, hay -espero que haya- soles de asombro imprevistos. Yo quiero que estés vivo, pido fervientemente que estés vivo, no para iluminarme, no para decirme todas las palabras. Pido que estés vivo para tomar un poco de tu mucho, para sentir y pensar un algo de tu todo. Pido por el exuberante delirio que eres. Pido también un trocito de tierra virgen para poder sembrar una que otra hierba, aunque sea hierba mala o rastrojo. Pido un poco de arena para dejar al viento dibujar sus huellas. Pido al poeta vivo. También
el intervalo. El
miedo a leer... literatura En Miedo a la libertad Fromm intenta explicar uno de los acontecimientos más desquiciantes e insólitos que se desarrollaron durante el siglo XX: el nazismo. ¿Cómo fue posible que uno de los pueblos más cultos de Europa aceptase una de las patrañas intelectuales peor urdidas que recuerda la historia? Tras unas doscientas y pico de páginas se nos revela una alarmante respuesta: no querían ser responsables de sí mismos. Hitler llega al poder y sustrae a la inmensa mayoría de los alemanes de tomar en sus manos la conducción de sus vidas. A partir de las maniobras de 1933 tienen a un 'conductor', el Führer, que piensa por ellos. El antiguo slogan (para ese entonces aún reciente) del fascismo “creddere, obeddere, combattere” (creer, obedecer y combatir) alcanza su paroxismo en las movilizaciones bélicas del nacional-socialismo. Puede que el acudir a los extremos
no sea la mejor técnica de persuasión. En todo caso sí
es algo elocuente e ilustrativo. Los movimientos totalitarios del siglo
XX nacieron casi al unísono, blandiendo banderas aparentemente
antinómicas y aplicando a fondo un procedimiento común:
la anestesia del pensamiento, la cancelación de la disidencia,
el privilegio absoluto de la acción sobre cualquier forma de
reflexión. En el fondo se trata de 'vivir el momento' y de evitar
cualquiera de las proyecciones que toma del pasado o adelanta hacia
el futuro alguna consecuencia. Se trata de prohibir otra cosa que el
instante. Francesco Simonelli nació en Mérida (Venezuela) en marzo de 1963 y murió en Caracas en julio de 2004. Era arquitecto y cursaba el máster de Filosofía en la Universidad Simón Bolívar. Estos y otros trabajos inéditos que aparecerán próximamente en ZM, son parte de la recopilación que han realizado sus amigos personales y sus conocidos de las listas de correo en las que participaba. La serie de poemas de su autoría que lleva por título 'De los mismos pasos' puede leerse en VIS FLUMINIS - sección 'Confluencias'. http://www.visfluminis.com.ar
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