Calipso y el camino del retorno
Iria Puyosa


Diez años después de culminada la guerra de Ilión, Odiseo aún se encuentra detenido en Ogigia, en brazos de la ninfa Calipso, quien lo desea por esposo y le ha prometido la inmortalidad. Calipso salvó a Odiseo “cuando bogaba solo y montado en una quilla, después que Zeus le hendió la nave, en medio del vinoso ponto, arrojando contra la misma el ardiente rayo”(Canto V. La balsa de Odiseo). La ninfa rescata a Odiseo, lo cuida “solícita y amorosamente” y promete hacerlo “inmortal y libre de senectud para siempre” (Canto VII. Llegada al palacio de Alcinoo), pero el Laertíada desdeña las promesas de la hija de Atlante.

Un designio inescrutable parece condenar a Calipso a la soledad y el aislamiento. Odiseo no se conmueve ni ante la seducción de Calipso, ni ante la belleza de Ogigia. La descripción de Ogigia recuerda a la Isla de los Bienaventurados, en donde viven aquellos a quienes los dioses olímpicos eligen para escapar del Hades. Ogigia es tan hermosa que “hasta un inmortal se hubiese admirado sintiendo que se le alegraba el corazón”. No obstante, nadie se aventura hasta esta lejana isla, ubicada en el centro del mar.

El ingenio y la inteligencia de Odiseo atrajeron el rencor de Poseidón. El dios “que ciñe la tierra” exterminó a los compañeros de Odiseo, dándoles el mar por tumba. Por años, Poseidón impide que el Laertíada pueda regresar a su casa.

Después de incesantes luchas y aventuras, Odiseo llega a Ogigia vencido. El ideal épico del guerrero que vive para combatir por la fama y la gloria ha sido aniquilado. En este punto, a Odiseo sólo lo mueve el ansia de supervivencia. Calipso lo acoge cuando decide renunciar a la heroicidad. En Ogigia, salvado del naufragio, Odiseo vivirá en el tiempo suspendido de la ausencia de conflictos.

Para el héroe, la falta de reconocimiento es considerada un destino aciago. La peor de las muertes. Sólo puede ser producto de la animadversión de algún dios. Por eso, Telémaco se refiere a su padre como “el más infeliz de los mortales”, dado que no pudo recibir el reconocimiento a su heroicidad y “desapareció sin fama, arrebatado por las Harpías; su muerte fue oculta e ignota, y tan sólo me dejó pesares y llantos”. (Canto I. Concilio de los dioses). El propio Odiseo se lamenta: “¡Oh, una y mil veces dichosos los dánaos que perecieron en la vasta Troya, luchando por complacer a los Atridas! ¡Así hubiera yo muerto también, cumpliéndose mi destino, el día que la multitud de teucros me arrojaron broncíneas lanzas junto al cadáver del Pélida! Allí obtuviera honras fúnebres y los aqueos ensalzaran mi gloria pero dispone el hado que yo sucumba de deplorable muerte” (Canto V. La balsa de Odiseo).

En las playas de Ogigia, Odiseo no deja de llorar pensando que los peligros por los cuales pasó y las hazañas que realizó no serán cantados por los poetas de las siguientes generaciones. Morirá doblemente, pues su memoria será olvidada. En la medida en que se encuentra en paz y seguro, Odiseo ve revivir su ansia de fama. La Ítaca por la cual llora es el lugar en donde se valorarían los testimonios de sus hazañas Mientras Calipso no cesa en sus esfuerzos de “embelesarle con tiernas y seductoras palabras para que se olvide de Ítaca” (Canto I. Concilio de los dioses), Odiseo se afirma en la nostalgia, resistiéndose a creer la promesa de inmortalidad.

En una primera lectura, Calipso puede verse como un obstáculo para el retorno. Odiseo corre el peligro de quedarse varado en sus hondas grutas. No obstante, la protección que le ofrece Calipso, le proporciona a Odiseo el espacio y el tiempo para construir el relato de su vida. Odiseo no puede regresar a Ítaca hasta que haya construido ese auto-relato. En Ogigia, Odiseo se alimentará de la nostalgia y crecerá interiormente. Un paso necesario para que pueda volver a Ítaca “con bronce, oro en abundancia, vestidos y tantas cosas como jamás sacaría de Troya si llegase indemne y habiendo obtenido la parte del botín que le correspondiese” (Canto V. La balsa de Odiseo).

En Ogigia, Odiseo vence a un monstruo más terrible aún que Escila o Caribdis: el olvido de sí mismo. Quien no posee la memoria de su viaje, no puede emprender el retorno. Los siete años en Ogigia, bajo el cuidado de Calipso, le facilitan al varón de multiforme ingenio el encuentro consigo mismo y el crecimiento de su mundo interior. Calipso guía a Odiseo hacia la aventura trascendente, el retorno al hogar verdadero, el viaje hacia el fin del camino.


* Nota
Todas las citas de La Odisea pertenecen a la traducción de Luis Segalá Estalella.


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