CARLOS R
IVERA

Niños de los cuarenta

 


Una caterva de cisnes chapoteando indefensos
después de la galerna
sobre una náusea subhumana:
eso fuimos,
niños de los cuarenta,
en alpargatas los pies y el corazón,
ahogados entre cirios y novenas,
atascados los silbos y las alas
entre constelaciones de cadáveres
derrotados o victoriosos.
A uñas de sueños fuimos marchitándonos,
cavándonos la fosa de la juventud,
prietas las filas de deseos rotos,
sedientos de montañas nevadas invisibles.


Ego me absolvo


Ego me absolvo del haber vacío,
del debe lleno, del saldo no.
Cifras de sangre mi palabra llora,
roja de miedo su mendigo yo.
Ego me absolvo de lo innumerable
y del dios cero que lo inhabitó
de las palomas de mis ojos idas
a los halcones de mi corazón.



Gótico Flamígero

 


De su primera infancia se recuerda
que fue elevado a la constelación
de los “luises”.
Se ignoran
otros antecedentes celestiales,
sólo
se sabe que alcanzó la primavera
a los cuarenta siglos de haber matado a un pájaro,
que se volvió licántropo después
y que desierto y solo, con decoro magnánimo,
malvivió de sus sueños incumplidos.
Con las agujas del corazón caladas
de ojivales tristezas,
se transterró una noche
de plenilunio.
Dícese que vivió, flamígero y feliz,
quinientos años antes.



Oración a Miguel Ángel Buonarroti


Señor Buonarroti : la piedra vuela,
renácenos, por tanto,
dale tus alas a los obeliscos
que conmemoran la miseria,
vuelen tus garras de ángel-lobo,
de epiceno león de las estrellas,
tu discordante verosimilitud
de la Batalla de Cascina,
la tortura invisible de tu alpina dulzura,
la “terribilitá” que petrifica y aniquila el cuerpo
cuando arrebata el alma.
Que tu “letizia al vivo”
vuele del Ganimedes al “cógito ergo sum”
de nuestra destrucción.



Visconti: Muerte en Venecia
 


Ha tomado de la cintura al cielo
con un leve cansancio de jazmines
en su mirada de palmera.
Alto el aroma de su rostro helado
de un diciembre azahar
al viento del Tirreno que propala
palomas de sus ojos y una grata
tristeza de volábile fulgor
en el rastro de su melancolía.
Ha tomado café bajo violines
como abejas libándole el adagio
del frágil corazón.
Se ha llevado la música en los labios
y en el ocaso del paseo, en dulce
tensión, aseda el paso,
se asoma al cielo del canal, y, luego,
se desmorona cristalino.
Ondas de desmayada espuma flotan
opalescentes en el agua.
Nunca Venecia estuvo
tan sumergidamente hermosa.



Tierra desconocida
 
Probablemente
era la más desnuda de las hijas de Gea.
Su corazón tenía un almendro invisible
que, cual extraña música, seducía a los náugrafos.
Publio Ovidio Nasón cita sobre su cielo
desmesura de pájaros que a morir acudían
a sus acantilados, donde ardiera una zarza
perdurable.
Tal vez la buscarás
algún día imposible,
cuando te cubra el mar el corazón
y vueles.

El sueño de Coleridge

Traía en la maleta de cartón
un genocidio de violines,
los zapatos con niebla de Atocha en el andén
del corazón.
Volvía a casa
con el salto delfíneo del poema en los ojos,
con los harapos de aquella melodía
del viejo Coleridge,
porque un día de marzo,
con la mirada vagamente en flor,
soñé que atravesaba el paraíso
y que mi mano ardía de una rosa
y que la rosa ardía de mis ojos
como una prueba irrefutable.

* * *
 
Deambular
con la dialéctica evidente desnuda y sin papel donde ser luz
flipando con palabras que son como una fuente de locura
y bebiendo cerveza por todos los tugurios de la noche
y sintiendo la huella de mis antecesores monogramaticales
respirando el secreto de las sombras fugándome
violín o volador y deteniéndome
en pleno vuelo por la noche fragante de la calle Judíos
recordar que hace cientos de años que tengo este perfume
clavado entre los ojos
y no puedo, no debo revelarlo.

* * *

 
La Chicago Sim Orchestra
interpretando a Dvorak
un concierto de cello
la mañana nublada que cargada con música
huele a Caín y a Hesiodo
en sus estrofas de dolor y cielo hay
caminos que barruntan mi niñez
en un país de sal
mi adolescencia, primavera de Praga,
en un tiempo de lluvia del que volaron rosas
y preguntas marchitas.
Si pudiera
aventaría a Caín de mi pasado
quiero quedarme solo con Hesiodo
su censo de nereidas
en noches perfumadas de heliotropos
mi predilecta flor de hermético conjuro.

* * *
 
La brevedad
esa palabra imprecisa que Plotino
no llegó a esclarecer
como causa elegíaca de lo perecedero
y Valery con íntima satisfacción alzara
como una copa ebria de esencias de la vida
al calor de la estufa en el invierno
la percibo esta tarde
mientras disuelvo en la taza de música
del amargo café
tanto verdor que fuera, oh Manrique
de los ríos de Heráclito,
tras los espejos de la vida sólo
momento de un momento,
pájaros que volaron en todas direcciones
y nos dejaran en el alma
sólo el escorzo
del simulacro eterno.

* * *


Vuelo con Peer Gynt
el violín de mis dedos sobre el viento del norte
un fiordo azul de músicas
el verdor de mis alas
toda la infancia plena sus llamas de azahar
la lluvia de mi madre cantando en la cocina
memorias de suspiros sobre la tierra seca
de mi dolor ahora
mi reino es el desierto Peer Gynt ya no existe
sólo queda su música lejano cierzo mío
en los fiordos azules he llorado la herida
de mi madre y ya se acerca el frío
viene el viento del norte
entre espinas de nubes
ruinas de un verso claro de Virgilio
aria inmensa del alma.

* * *

El diluvio que viene como una balada del otoño
deja siempre la calle perdida de crepúsculos
cuando acaba no sale el arcoiris
el cielo se ha quedado lleno de pájaros inmóviles
de cuerpos que caminan por las calles
como sombras de ahogados en la playa del sábado de octubre
nadie podrá salvarlos de la espuma
que acabará clavándoles su diente luminoso
los llevará hasta el cielo
y volarán de nuevo los pájaros inmóviles
y el arcoiris brotará encendido
con un solo color, el de la nada.

* * *

 
He puesto todos los pétalos en orden
en el invernadero
la inocencia en el estante alto
donde una teoría de abril con golondrinas
se ha convertido en resplandor que hiere
mi melancólica mirada
la duda en el lugar naciente
del primer rayo de sol de cada día
debo regarla por las noches con whiskys de hielo y soledad
y la amontono sin prejuicios junto a los otros pétalos
la razón y la muerte
el beso y la palabra
las pérdidas del alma
el desamor la sombra
de algún viejo proyecto no recalificado
por falta de osadía
y la saco a la luna algunas veces
para que cicatricen sus heridas.

* * *
 
Sin mi sueño el mar no sería nada
sólo una oscuridad que junta su noche con mi noche
sólo una pianística magnolia de Chopín
o un gran ciervo de amor que me cose al deseo de tu cuerpo
o un pez en la penumbra
o un paisaje donde beber la luna
o un hacha fría que me cercena el alma
y la eleva hacia el cielo en dos orillas mudas.

* * *




Sin pasaportes ni mapas de la ruta
es peligroso adentrarse en el reino
de la palabra
sus caminos son ciegos conducen a los bosques
donde la noche cae en abundancia
donde hay árboles que gotean estrellas
que están envenenadas
donde la luz es una flor cubierta de gotas de rocío
con música de lágrimas
y sílabas carnívoras que matan por sorpresa
la gélida gramática
donde un claro de luna
es sólo el agujero de una trampa.

* * *

La aparición de fantasmas en mis ojos
es un indicio del cambio de tiempo
a otros les duelen las cicatrices de las operaciones quirúrgicas
hay quien presiente el cambio en un miembro amputado
a mi me brotan fantasmagorías
veo alas de hadas en una botella de cerveza
la sombra de mi madre aparece en el humo de un cigarrillo
y mi abuelo me compra caramelos y nubes de algodón
en los pasos de cebra.
Hoy sé que va a llover
y no lo han dicho en la televisión
la sombra azul de la tía Benita
me ha rociado la frente de mariposas
sé que ella las soñaba en las noches de lluvia
en la nieve de su cama de soltera.

* * *

 
La ciudad ha sido tomada por pájaros de nieve
aunque esté soleada la mañana
y manantiales azules desde la tierra al cielo
nacen chorros de luz
frías criaturas transparentes son
las casas y los hombres y las calles mojadas de pétalos de invierno
y la palabra que en el poema lúcida
y naciente se escarcha
como una antártida de pájaros helados
los verbos los pronombres
la gélida gramática con su vago esplendor
de alma inexplorada
contiene
todos los nombres las presencias
son como luminarias de un cuerpo transparente
que podría volar por la liviana atmósfera del día
cubrir el cielo
llenar la tierra de divinidad.

Versión del relato INFINITO de José Ramírez Muñoz
 
Se dejó morir allí sentado
en una calle que miraba al sur
después del largo viaje.
Cubierto de las cenizas del sol
recordó lo que había sucedido
desde el principio
o tal vez antes de nacer
del vientre de su madre.
El había aprendido
antes del verbo
que un pájaro se detenía cada cien mil años
sobre una esfera de luz
era solo un instante
de la eterna erosión
un fugitivo momento cristalino
antes de comenzar la eternidad
quiso buscar los límites
del Universo
cruzó espacios purísimos en el que las gélidas estrellas
se convertían en rosas
y el mismo frío azul de la luz de su infancia
era un don transparente
con sonidos de sueños a quienes puso el nombre
de Dios.
Cansado de volar se detuvo al cabo de mil años
en una calle que miraba al sur
y se dejó morir allí sentado
como un anciano niño transparente y solo
cubierto de cenizas
por el helado sol de la mañana.
 

Carlos Rivera
Córdoba (España)

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