'Tengo frases como argucias' : Gaspar (fragmento)
Peter Handke


La obra "Gaspar" no muestra lo que realmente sucede o realmente sucedió con Kaspar Hauser. Muestra lo que es posible hacer con alguien. Muestra cómo se puede hacer hablar a alguien hablándole. La obra, incluso podría llamarse "Tortura Verbal". (...)
Las voces que luchan por convencer al protagonista, deberían ser voces distanciadas por un medio técnico intercalado, aunque resulten del todo inteligibles: voces telefónicas, voces de locutores de la radio y de la televisión, (...) las cintas de contestación automática, el modo característico con que en televisión se comentan los partidos de fútbol (...) Pueden servir para dar realce al texto todas estas formas de hablar , siempre que subrayen el sentido o sinsentido de lo 'apuntado'.
(...) Gaspar cruza la escena de un lado a otro tocando los objetos y diciendo su frase. Por todas partes comienzan a oírse las voces de los Apuntadores. Son cuatro personas. (1)

(...)

4

Empieza a hablar. Sólo dice una única frase:

Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.

A todas luces no tiene idea de lo que dice, sin expresar otra idea que la de no tener idea de la frase que dice. La repite varias veces, a intervalos regulares.

5

Permanece sentado en el suelo, en idéntica postura, y repite la frase pronunciándola de las más varias maneras. Con una expresión de terquedad; con un aire interrogante; pregonando la frase; diciéndola como un verso; mascullándola con alegría; con desahogo; con rabia e impaciencia; con puntos suspensivos; con una angustia tremenda; como si fuese un saludo, la invocación de una letanía, la contestación de una pregunta, una orden, un ruego. Y luego, la salmodia en un canturreo monótono. Finalmente la grita.

Gaspar se acerca al sofá. Descubre las hendiduras entre los distintos elementos del sofá. Mete la mano en una de las hendiduras. Ya no puede sacar la mano. Mete la otra mano a medias, para ver si consigue sacar la primera. Ya no consigue sacar ninguna de las manos de la hendidura. Tira del sofá y libera de golpe a ambas manos, arrancando también uno de los elementos del sofá que da en el suelo. Mirándolo todo un momento, repite su frase:
Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.

A 1. Ya tienes una frase con la que puedes lograr que los demás te noten, te puedes hacer notar con la frase en lo oscuro para que no te tomen por un gato en la noche. Ya tienes una frase con la que puedes decirte a tí mismo lo que no puedes decir a los demás. Ya tienes una frase con la que puedes negar tu misma frase.



 

Los apuntadores más o menos dejan de hablar en el momento en que Gaspar ha hecho alguna cosa con uno de los objetos. El elemento del sofá se cae en el mismo instante en que los apuntadores terminen una frase. A la frase de Gaspar, después de su encuentro con los objetos, antecede un pequeño silencio.



9

Gaspar se acerca a la mesa. Ve el cajón de la mesa y trata de girar el botón, pero no lo consigue. Tira del cajón, que se deja sacar un poco. Vuelve a tirar del cajón que sale atravesado, pero no del todo. Vuelve a tirar del cajón, que pierde el equilibrio y se cae al suelo. Del cajón se precipitan una serie de objetos: cubiertos, una caja de cerillas, monedas. Mirándolo todo un momento, repite su frase:

Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.



A 2.
La frase te es más útil que una palabra. Una frase puedes decirla hasta el final. Con una frase te puedes poner cómodo. Te puedes entretener con la frase, y haber, entre tanto, avanzado unos pasos. Puedes hacer pausas con la frase. Puedes enfrentar una palabra a la otra: comparar una palabra con la otra. Sólo con la frase, no con una palabra, podrás tomar la palabra.


10

Gaspar se acerca a la silla. Trata de caminar en línea recta, pese a que la silla le cierra el paso. Empuja la silla al andar. Sigue andando. Al seguir andando, intenta liberarse de la silla, pero se enreda de forma cada vez más peligrosa en la silla. Cuando, por fin, cree tener que rendirse, se libra por eso mismo. Le propina una patada a la silla, que sale volando y se cae. Mirándolo todo un momento, repite su frase:
Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.



A 3.
Puedes hacerte el tonto con la frase. Con esta frase te puedes afirmar frente a otras frases, y para abrirte paso, dar un nombre a todo lo que te cierra el paso; hacerte familiares todos los objetos. Puedes, con la frase, convertir todos los objetos en tu frase. Con esta frase te pertenecen todos los objetos. Con esta frase son todos los objetos tuyos.



11

Gaspar se acerca a la mesita. La mesita tiene tres patas. Gaspar levanta la mesita con una mano y tira con la otra de una de las patas, pero no le puede arrancar la pata. Gira la pata, primero en el sentido equivocado. Vuelve a girarla, en la buena dirección esta vez, y consigue sacar la pata. Pero mantiene en equilibrio a la mesa con la otra mano. Poco a poco, retira la mano, hasta que la mesa descansa tan sólo en las puntas de sus dedos. Retira, poco a poco, las puntas de los dedos. La mesa se cae. Mirándolo todo un momento, repite su frase:
Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.

A 4. Para resistir. A 1. Una frase para despistar. A 4. Tienes una frase con la que puedes contar una historia. A 1. Tienes una frase que puedes masticar cuando estás hambriento. A 4. Una frase con la que puedes hacerte el loco, con la que puedes volverte loco. A 1. Una frase para estar loco. A 4. Para seguir loco. A1. Una frase para pasearte. A4. Para confundirte. Al. Para vacilar. A 4. Para contar tus pasos.



12

Gaspar se acerca a la mecedora. Da una vuelta alrededor de ella; toca, como casualmente, a la mecedora. La mecedora se pone en movimiento. Gaspar retrocede un paso. La mecedora se mueve. Gaspar retrocede otro paso. La mecedora deja de moverse. Gaspar da dos pasos más, esta vez hacia la mecedora, y con el pie la pone en movimiento. Al mecerse le da con la mano, moviéndola más violentamente. Al mecerse más violentamente la mecedora le da con el pie, aún más violentamente, de modo que la mecedora ahora se mece con peligrosa violencia. Vuelve a darle otro golpe con el pie, y cuando la mecedora está a punto de volcarse, no sabiéndose por unos instantes si caerá o no, le propina con la mano un ligerísimo golpe, pero suficiente para que vuelque. Gaspar echa a correr al volcarse la mecedora. Luego retorna, paso a paso. Mirándolo todo un momento, repite su frase:
Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.
A 3. Tienes una frase, que puedes decir desde el principio al fin, y desde el fin al principio. A 1. Tienes una frase para afirmar y negar. A 2. Para renegar. A 1. Tienes una frase con la que puedes cansarte y despabilarte. A 3. Con la que te puedes vendar los ojos. A 2. Tienes una frase con la que puedes poner en orden cualquier desorden. A 1. Con la que puedes calificar de orden relativo cualquier desorden mayor. A 2. Con ella puedes declarar desorden cualquier orden, ponerte a ti mismo en orden. Borrar todo desorden. A 3. Ya tienes una frase que te puede servir de ejemplo. A 2. Una frase que puedes colocar entre ti y todo lo demás. A 1. Tú eres dueño dichoso de una frase que te hará posible cualquier orden imposible y cualquier desorden real y posible, imposible. A 2. Que te extirpará cualquier desorden.





13

Gaspar mira hacia todos los lados. Hay una escoba apoyada en la pared. Se acerca a ella. Aumenta el ángulo de inclinación de la escoba, aproximándola un poco a su cuerpo con el pie o con la mano. Vuelve a tirar un poco más de la escoba, aumentando aún. más su ángulo de inclinación. Vuelve a tirar una tercera vez —muy poquito— y, lentamente, la escoba empieza a deslizarse, cayendo al suelo. Mirándolo todo un momento, repite su frase:

Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.

A 1. No puedes ya imaginarte nada sin la frase. Sin la frase no puedes ver ningún objeto. No puedes dar ni un paso sin la frase. Puedes acordarte con la frase, porque en el último paso dijiste la frase, y puedes acordarte del último paso, porque dijiste la frase.







14

Gaspar se acerca a la silla que aún está de pie. Se para delante de la silla. Permanece parado delante de la silla todo el tiempo que dure esta frase. De repente, se sienta. Mirándolo todo un momento, trata de repetir su frase:
Quisiera ser como aquel...
Por de pronto se para a media frase.

A 4. Puedes oírte. Te vuelves atento, atento a ti mismo con la frase. Te vuelves atento a ti mismo. Tropiezas con algo, algo que interrumpe tu frase, algo que te permite estar atento al hecho de que has tropezado con algo. Te vuelves atento. Puedes volverte atento. Estás atento.

15

Gaspar permanece sentado y se calla.


























A 2.
Aprendes a pararte con la frase, y con la frase aprendes
que te paras. A 3. Y con la frase aprendes a oír. Y con la frase aprendes que oyes. Y con la frase aprendes a dividir el tiempo en el tiempo anterior y posterior a decir la frase, y aprendes con la frase que divides el tiempo. A 1. Como aprendes con la frase que estabas en otra parte, al decir por última vez la frase. A 3. Como aprendes ahora, con tu frase, que estás en otra parte.
A 1. Y con la frase aprendes a hablar. A 2. Y con la frase aprendes que hablas. A 3. Y con la frase aprendes que dices una frase. A 1. Y con la frase aprendes a decir otra frase, al igual que aprendes que existen otras frases. A 3. Igual que aprendes otras frases. A 1. Y aprendes a aprender. A 2. Y con la frase aprendes que existe el orden. A 3. Y aprendes orden.
A 1. Y entras en el orden.

16





La escena se oscurece.

A 2. Aún puedes agazaparte tras la frase: esconderte, rene
garla. La frase puede aún signifícarlo todo.

17

La escena se ilumina. Gaspar
permanece sentado y en silen-
cio. Nada demuestra que pueda
estar escuchando. Se le enseña
a hablar. Se le desacostumbra
poco a poco, de su frase, dicién-
dole otras frases.























A 4.
La frase no te hace aún daño ninguna palabra. A 3. Te hace daño. A 1. Cada palabra te hace A 4. Daño, pero no sabes que lo que te hace daño es una frase la. A 3. Frase te hace daño, porque no sabes que es una frase. A 1. Hablar te hace daño, pero hablar no te hace. A 4. Daño nada te hace daño, porque no sabes aún lo que es. A 3. Hacer daño es todo te hace daño, pero nada. A 1. Te hace realmente daño, la frase no te hace. A 4. Aún daño, porque no sabes aún que es una frase. A 3. Aunque no sabes que es una frase, te hace daño, porque no sabes que es una frase que te hace. A 1-3. Daño. (Pausa.) A 4. Empiezas, contigo mismo tú, eres una, frase tú, podrías formar de ti mismo innumerables, frases, estás sentado ahí, pero tú no, sabes que estás sentado tú:

Quisiera ser como aquel
que otro ha sido una vez.


Gaspar se defiende con su frase:
Quisiera
Quisiera ser como
una vez
quisiera como
aquel que una vez
otro
aquel otro
aquel.

No puedes formar de, ti mismo ninguna frase, estás sentado tú,
chaqueta está abrochada. La correa, de tu, pantalón está, demasiado floja, no tienes cordón de zapato tú, no tienes, correa tu chaqueta, está abierta, pero no está, ahí del todo tú, eres un cor, dón de zapato suelto. No puedes defenderte de ninguna frase.

Vuelve a afirmar su frase:
Quisiera ser como
aquel que otro
ha sido una vez.


Todavía se resiste:
Ha sido
ser otro
otro aquel
ser como
aquel sido
quisiera que
como aquel
quisiera como otro
como aquel otro
una vez otro
ha sido otro
como una vez
quisiera como aquel
que.












A 1.
El cordón te hace daño. A 3. No te hace daño por ser cordón sino porque te falta esa palabra. A l. Y la diferencia entre cordón suelto y cordón atado te hace daño, porque no sabes la diferencia entre cordón suelto y cordón atado. A 3. La chaqueta te hace daño, y los pelos te hacen daño. A l. Tú, aunque no te haces daño, te haces daño. A 3. Te haces daño, porque no sabes lo que tú. A 1. La mesa te hace daño y el cajón te hace daño.
A 3.
Las palabras que oyes, las palabras que dices te hacen daño. A 1. Nada te hace daño, porque no sabes lo que es hacer daño, y todo te hace daño, porque no sabes lo que significa nada.
A 3. Porque no sabes el nombre de nada, todo te hace daño, porque no sabes lo que significa: Hacer daño.

62




























































































































(...)

Mucho tiempo pasé
en el mundo
sin comprender nada.
Lo evidente me asombraba
y encontraba grotesco
lo finito y lo infinito.
Cada objeto
me daba angustia
el mundo entero
se me hacía hiel
no quería ser
ni yo mismo
ni ningún otro.
Mi propia mano
me era extraña.
Mis propias piernas
iban solas.
Dormía profundamente
con los ojos abiertos.
Me encontraba
como ebrio
en mi inconsciencia.
Me negaba a ser útil.
Cada visión de las cosas
me traía malestar,
cada ruido
me engañaba
sobre sí mismo,
cada paso
me causaba
náuseas nuevas
y un tirón
dentro del pecho.
No podía seguir,
mi propia sombra
me hacía tropezar.
No lograba ver claro.
Sumergido
en aquel mar
de frases
nunca pensé
que me concerniesen.
No me di cuenta
de lo que ocurría
a mi alrededor
hasta que empecé
a venir
al mundo.
El bullicio y los gritos
del exterior
los oía
como ruidos
en mi interior.
Sufría
por no poder discernir.
Tres
no era más que dos.
Y cuando me ponía al sol
llovía
mientras que
cuando el sol me hacía sudar
o al correr me sofocaba
repelía
mi sudor
con un paraguas.
No sabía distinguir
el hoy del ayer
ni el frío del calor
ni lo blanco de lo negro
ni lo nuevo de lo viejo
ni personas de cosas
ni caricias de golpes
ni blasfemias de rezos.
Los cuerpos
se volvían planos
y apenas despertaba
caían sobre mí
como una pesadilla.
Todo
me oponía resistencia.
Lo desconocido
me abrumaba con preguntas.
Lo indiscernible
me enloquecía las manos
y me enfurecía tanto
que me aferraba,
me incrustaba en los objetos
y para liberarme,
los destruía.

(Pausa.)

No nací
cuando vine al mundo
sino
porque
el dolor
de las caídas
me ayudó
a meter una cuña
entre mí y los objetos
y a eliminar
finalmente
mis balbuceos.
Es así como el dolor
ha borrado de mí
la confusión.
He aprendido
a llenar con palabras
lo que estaba vacío
y he aprendido
quién era quién
y cómo calmar
con frases
lo que gemía.
Ya no tengo vértigo
ante una olla vacía.
Todo me está sumiso.
Ya no tiemblo
ante un armario vacío
ante latas vacías
ante cuartos vacíos.
Ya no vacilo
en salir hacia fuera.
Para cada grieta
en mi vida
tengo frases
como argucias
que me ayudan
a salir del paso.






(1) En el texto original de P. Handke no existe la distribucion de textos entre cuatro apuntadores (A-1, A-2, A-3, A-4). Esta división se realiza al ponerse en escena.


Gaspar/Insultos al público/El pupilo quiere ser tutor, Peter Handke, Alianza Editorial, Madrid, 1982 - versión castellana de Josë Luis Gómez y Emilio Hernández



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