PATRICIA L. BOERO
 

 

Cuarto Creciente

 

Todo ocurre
en los ojos
acogedores.

Rafael Cadenas

I

Pronuncia

aprende el alfabeto del principio
el único legado
el oficio sin voz del día subsiguiente

y guárdame el secreto
de la pequeña espiga
que puso en entredicho
el feroz temor al aluvión

y dio en el blanco.

Sé mi ojo, espérame en la noche.
Necesito el júbilo que volvía
sagrados los caminos.

II

El largo pasadizo de fronteras
se ha deshecho de mí.
Y es sólo devoción la que desciende ahora
tropieza y se hunde lento
sobre las inminentes prendas
de la espera.

Mi asombro
es un país itinerante
con nombre extranjero

diez cruces transversales
que se confunden con el azul
de una franela.

Mi asombro es un país itinerante
un corazón de boca desbordada.


III

Me llevas contigo.

El oído emboscado
por la rítmica estampida de tu sangre
y la certeza
de quien aún no ve.

La voz multiplica ahoras.

Primera estación de mí
donde la senda se desvió.
Primera y dulce inermidad
del mundo.

Apartas velos infinitos.


IV

Recobro las horas mansas
de un día
tantas veces desmantelado
por el desahucio y la pena cruda

la hora propicia del pulmón
la desnuda recompensa
de tu rostro.


V

No digo
No callo
Me incautas
los ojos
Es musitación
la palabra


VI

No sé pronunciar votos de artificio.

Sin tu favor
las palabras
sólo tendrían un peso propio.

Traigo las que se alzaron
a la altura de tu vívido gesto
hasta caber
en la expectativa
de la hierba.

Me sabes
cercanía
la fiesta del mismo vaso.

Me sabes
rendida a la jubilosa proporción de un paso reverente
que mengua su estrépito
cuando tu pensamiento se aviene a conversar
contigo.

Era el silencio que te circundaba,
como otro aire.


La intemperie, el consuelo.


VII

Ejercemos la noche
oficio de peces entrelazados

cinco bocas ebrias en los pies
un cántaro una redoma
rosario que hila un sólo misterio

tuyo es el reino del techo húmedo y tibio
tuyo y mutuo el arder
y la encendida gloria del abandono
entre las piernas
por siempre, temblor.


VIII

Aquí dicen
es siempre más abajo.

Hay velas
que han renunciado
a la única firmeza de su enjuto pabilo
hay muerte obligatoria amor desmantelado.

A nosotros nos duele
geométricamente
la devastadora progresión del engaño
visceralmente
el pie desnudo del informal equilibrista
sobre la alta tensión del alambre de púas
las confinaciones las catástrofes
la rabia de las piedras.

Hay luminarias
que ciegan
con sus desaforadas prominencias
chanzas expoliaciones
y verbos regulares de muy alto calibre.

La irreverencia bárbara del tiempo
que hará de su fulgor apenas un destino
de mínimo epitafio.

Hay tenaces candelas
que buscan su yesquero
hay aún pordecir reverberando.

Somos los simplísimos ambiciosos.

Tenemos sed de espaciosas tormentas
y hambre de dos o tres cosas
ineludibles:

molienda de huesos y encendimiento puro

magníficos porosos
que se abren y se cierran
como una flor sensible.

Somos los que sonríen o se ovillan
sin la avidez del rédito.

IX

El lujo fatuo
el lujo provisorio
condenado al peor reparto
el lujo propio
del compacto accesorio
se niega a inscribirse en estas coordenadas.

Nos sobran indóciles momentos
cuando fracasa el verbo
pero nos falta estilo
para alabar al dios del que trafica
un parlamento estéril
o un vacío perfectamente clausurado
en el vértigo pent-house quinta república.

Mi único patrimonio
es la inasible dicha de mirarte dormir
ignorarme atentamente
como al envés de luna.

X

Te vas
para que mi ojo se entienda
con tu ausencia.

Bajas
sin armas
a la calle
y es asomo.

Cuando tu mano encendida
rima súbitamente con tu rostro
veo el otro país
y su prescindencia de proezas.

XI

También en la calle cincelarán tu frente
con una procesión de desatinos

y sin embargo

desde qué profundidad surges
como llama
para esconderla.

Entras
y eres el otro
que nunca halló y que salta

son los dedos en demora
un desagravio silencioso.

Aquí es donde se enhebran
las cuentas de mañana

el espacio
donde el solo existir
sobrepasa todo quehacer

pequeña flor necesaria.

XII

Trabajas tu letra en sueños curvados
que apenas recuerdas.

Invocas la llama
reduces a cenizas
la crueldad con que juzgo mis antiguas enmiendas
los tropiezos de mi lengua de infancia
el solar donde aúllan las intrigas los bordes.

Tu mano que no sabe
es la que firma
la abolición de la sentencia:

que no se condene a la mujer
por haber incurrido tantas veces en el delito
de confianza

ni al hombre
ni a los domesticados animales
con ojos de corza
y flancos desportillados

ni al lobo que se duerme
mientras lame la pata
que laceró la trampa

que no se condene
la mucha edad del manso tedio
ni la indolente prevención
de quienes fuimos traicionados.

Tu mano es la que firma
y rehace la obra
aunque haya un capítulo de escombros
clavados como esquirlas.

Hay algo en la ruina que es promesa
de una región sin desmemoria

Cada dolencia

fue peldaño.

XIII

En la ciudad, hay una consigna:
‘No amarás al extranjero'

Cristina Peri Rossi


no hace falta música
para un dicho
real

Rafael Cadenas


Sólo aquí
en el sopor
de esta ciudad que ostenta
los restos de la fiesta
de otro alto mandatario
nuestro nombre recobra
sus orillas.

Éste es el pasto que alguna vez comimos
cuando fuimos corderos en la noche
de labio seco contra labio roto

éste el motivo de los goznes
empotrados al muro del amor

ésta la historia
que alguna vez redimirá.

Tú no sabrás
que yo sabré.

Temblor de ojos cuando se abren
y cancelan la deuda de nacer
ceguera de la mano que aun en el error
trazó en el costado del cuarto
su mitad.


Aquí

donde la luz declina
y edifico una improbable lucidez

aquí en el centro

donde toda canción real se va
volviendo
apátrida.

Caracas/Buenos Aires, 2001-2004

 cuarto ©patboero

 
Los versos en itálica pertenecen a Rafael Cadenas.
 


Patricia L. Boero
Argentina
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