Recuerdo
los viejos días en que Reed fue la fuerza creativa detrás
de Velvet Underground. Él siempre ha estado en contacto
con el mundo de la literatura y The Raven es más
una colección de poesía que un álbum de Rock
and Roll. Tal vez algunos de los fans del Lou Reed de antaño
encuentren este CD un poco desalentador, ya que Lou canta únicamente
en 13 de sus 46 tracks. Mientras que varios actores leen "interpretaciones"
de la poesía de Poe, Reed y su banda (el guitarrista Rathke,
el bajista Fernando Saunders y el baterista Tony Smith) las acompañan,
llenando los huecos entre escena y escena, haciéndose acompañar
por metales y orquesta, iniciando con la canción "Edgar
Allan Poe" la cual, sin tomar en cuenta la excelente
ejecución de Reed y su banda, se ve como una de esas piezas
escritas en 5 minutos: "He'll tell you tales of horror/
Then he'll play with your mind/ If you haven't heard of him/ You
must be deaf or blind."
"Guilty - song" es un jam muy bueno, con
un grandioso sax alto por parte de Ornette Coleman, mientras que
el instrumental "A Thousand Departed Friends"
nos entrega un riff amenazador. "Call on Me"
es un dueto con Laurie Anderson interpretado con mucho sentimiento,
y en el que la voz envejecida de Reed y la forma en que la utiliza
hace temblar de emoción. Mientras, la energética
"Change" es más filosófica
en tono ("The only thing constantly changing is change/
And change is always for the worse/ The worm on the hook always
eaten by a fish/ The fish by bird man or worse").
La voz de Reed se torna dylanesca en dos canciones inspiradas
por la historia corta "The Tell-Tale Heart": la escandalosa
y paranoica "Blind Rage", así como
la enfurecida "Burning Embers". Por otro
lado, en "I Wanna Know (The Pit and the Pendulum)",
los murmullos guturales de Reed son acompañados por la
armonía de "The Blind Boys of Alabama", lo cual
crea una pieza única. "Hop Frog",
interpretada aquí por David Bowie (aunque no lo crea el
lector, la primera colaboración Reed-Bowie en 30 años),
no dice en realidad mucho, siendo la tonada más cansada
del álbum.
Las mejores canciones aparecen casi al final del disco: la bellamente
etérea "Vanishing Act" hace que
su voz brille al igual que su acompañamiento al piano hace
que la letra luzca ("How nice it is to disappear/ Float
into a mist/ With a young lady on your arm/ Looking for a kiss").
Antes del clímax, la coda épica acompañada
por cuerdas "Who Am I (Tripitena's Song)",
basada en el personaje de la historia "Hop Frog Or the Chained
Ourang-Outans"; es Reed en su tono más sentido, con
una letra que narra a un nivel más personal del autor:
"Sometimes I wonder who am I/ The world seeming to pass
me by/ A younger man now getting old/ I have to wonder what the
rest of life will hold."
Las lecturas realizadas durante el disco por sí mismas
son sensacionales; si a eso agregamos el talento de los invitados,
la experiencia se vuelve única: Willem Dafoe, Steve Buscemi,
Fisher Stevens, Amanda Plummer y Elizabeth Ashley. Ninguno de
estos actores personifica a alguien en particular dentro del álbum:
en algunos casos se alternan como narradores y en otros comparten
líneas escritas para un sólo personaje ("The
City in the Sea/The Shadow"). Los momentos estelares
de estas piezas lo confirman: "The Fall of the House
of Usher" (con Stevens y Dafoe), el intensamente
terrorífico "The Tell-Tale Heart" (con
Buscemi y Dafoe), la estremecedora lectura de Plummer de "Annabel
Lee/The Bells" y, por supuesto, la apasionada lectura
de Dafoe en "The Raven", la pieza central
de este trabajo.
The Raven tiene su espectacular clímax en los últimos
7 tracks del disco que se centran en la historia "Hop Frog
Or the Chained Ourang-Outans", donde Stevens, Plummer y Dafoe
traen a la vida la historia del bufón y su amante. Reed
agrega más líneas a la historia original en "Tripitena's
Speech", las cuales se acoplan perfectamente; Plummer
en "Tripitena" (cambiada por "Trippetta"
en la historia original) susurra líneas que bien podrían
ser aplicadas a nuestros tiempos: "He who underestimates
in time is bound to find the truth sublime/ And hollow lie upon
the grates of systematic disorder/ Businessmen/ You're not worth
shitting on." Después de la maravillosa "Who
Am I?", regresamos a la historia: mientras que el
rey y sus seguidores son quemados vivos, Plummer espeta, "Burn,
monkeys, burn!". Y en ese momento se mezcla en un fade-in
con "Fire Music", pieza maestra de este
disco donde Reed recrea el ambiente del álbum "Metal
Machine Music".
Por supuesto también hay que tomar en cuenta lo malo que
incluye: "Broadway Song", una canción
que es más un relleno con un Buscemi pretendiendo ser un
vivales fino, frío y calculador; y "Balloon",
cantada por Kate y Anna McGarrigle, que suena por completo fuera
de lugar.
Lo que me deja más perplejo son dos remakes de canciones
solistas de Reed: su relectura de "The Bed",
del álbum "Berlin" hace lo suficiente como para
justificar su aparición en este CD; pero la versión
de "A Perfect Day" del álbum "Transformer",
con un desconocido cantante de nombre Antony, con su tono de voz
infantil fingida es, a su, vez terrorífica, y su calidad
turbadora de alguna manera la hace armonizar con el resto de este
CD, pero en cierta forma no termina de encajar en él.
Para concluir, lo que hace que este disco funcione es, en realidad,
la pasión que pone Reed en la interpretación. Pocos
artistas de su edad se arriesgan a tratar algo diferente y atrevido
aun en nuestros días, tan llenos de intérpretes
de plástico. Como Dylan, siempre está en busca de
inspiración, lo que se plasma perfectamente en "Who
am I?", donde Reed escribe: "Why am I drawn
to do what I should not. . . the impulse of destructive desire
/ the desire for self-mortification." Este sentimiento,
y los cuestionamientos de lo que es bueno o malo y que se expresan
en nuestro interior, es el tema central de The Raven. Cualquiera
que ame la música apasionada y atrevida debe buscar este
disco (la versión doble, no la sencilla que es un clon
vulgar de esta obra maestra) y, tal vez, al igual que yo, ir a
dormir (con las luces encendidas) después de escucharlo,
con la satisfacción de haber disfrutado una pieza de arte
magnífica. |