Alrededor de un vacío
François Regnault


(...) un psicoanalista sólo tiene derecho a sacar una ventaja de su posición, aunque ésta por tanto le sea reconocida como tal: la de recordar con Freud, que en su materia, el artista siempre le lleva la delantera, y que no tiene por qué hacer de psicólogo donde el artista le desbroza el camino. (1)

Jacques Lacan

Conocemos, de entrada, la inversión operada por Lacan en relación a la perspectiva freudiana: no existe psicoanálisis aplicado a las obras de arte. La declaración más clara se halla en Juventud de Gide. Lacan aparta la idea de que el libro de Jean Delay, que él comenta: "haya corrido ni aún por un instante el riesgo de parecerse a lo que el mundo analítico llama una obra del psicoanálisis aplicado. Ante todo, rechaza lo que esta calificación absurda traduce acerca de la confusión que reina en ese paraje. El psicoanálisis sólo se aplica, en sentido propio, como tratamiento y, por lo tanto, a un sujeto que habla y oye." (2)



(pulse en la imagen que aparece en la parte inferior del cuadro)


(...) Si el arte organiza la obra en torno al agujero, procediendo mediante la represión, podemos concebir que el psicoanálisis aplicado, según Freud, intenta hacer sobresalir un retorno de lo reprimido en la obra o en el artista: eso es lo que intentó con respecto a Leonardo da Vinci, del que es preciso estudiar sus mecanismos de sublimación para descubrir en el fondo, detrás de la sonrisa enigmática de la Gioconda, no sólo una clave sobre los recuerdos de infancia que relata, sino también algo de la homosexualidad masculina, en la perversión, del sadomasoquismo, de la oralidad, etc. En ese caso, todo lo que constituye un rasgo singular del artista puede devenir, a su vez, desarrollo teórico de un concepto analítico (...).


(...) No parece que haya en Lacan el propósito de percibir lo que el artista o la obra reprimen sino, más bien, que la obra y el artista interpretados hacen percibir lo que la teoría desconocía. (...)

Así, Los Embajadores de Holbein, con la anamorfosis del cráneo, enseñan qué son el falo y la mirada, La Antígona de Sófocles revela qué es el entre-dos-muertes; Hamlet, lo que concierne al falo; la trilogía de Claudel enseña lo que concierne al deseo, etc. Diría incluso que Los embajadores, Las Meninas, enseñan qué es un cuadro; Sófocles, Claudel, qué son lo trágico antiguo y lo trágico moderno. Ahora bien, la teoría de los conceptos fundamentales del psicoanálisis, especialmente de la pulsión, no puede prescindir de saber qué es un cuadro, la Ética del psicoanálisis no puede prescindir de lo trágico. El arte, pues, no se contenta con adornar, con ilustrar, realmente organiza. (...)


(...) "La última vez tomé el ejemplo esquemático del vaso para permitirles captar dónde se sitúa la Cosa en la relación que coloca al hombre en función de medio entre lo real y lo significante. Esta Cosa, cuyas formas creadas por el hombre son del registro de la sublimación, estará representada siempre por un vacío, precisamente en tanto que ella sólo puede ser representada por otra cosa. (...)

(...) "Todo arte se caracteriza por cierto modo de organización alrededor de ese vacío.

1. J. Lacan, "Homenaje a Marguerite Duras..." en Intervenciones y Textos, vol. 2, Manantial, Buenos Aires, p. 65
2. J. Lacan: "Juventud de Gide..." en Escritos, p. 65.


Fragmentos de 'El arte según Lacan y otras conferencias' de François Regnault, Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona - EEP Catalunya - Instituto del Campo Freudiano, Ediciones Eolia, Barcelona 1995

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