Un día me invitaron a conocer un restaurante en la Ciudad
de México donde, además de su buena cocina, se podía
escuchar una muy buena ambientación musical, generalmente
compuesta por
jazz y por lo que algunos llaman "música alternativa.
Mientras cenábamos me interesé por la, para mí,
cada vez más atrayente música que llegaba desde los
altoparlantes -dicho sea de paso, a un volumen suficientemente bajo
como para permitir la plática, pero suficientemente alto
como para percibirla. Pregunté al mesero el nombre del grupo,
y éste a su vez lo preguntó a su gerente, quien se
acercó a nuestra mesa trayendo la caja vacía del disco
en cuestión: Who can you trust? del trio inglés
Morcheeba. Fue él quien me explicó, a manera de introducción,
que este grupo "toca música alternativa; una mezcla
hecha básica y fundamentalmente de hip-hop y rhythm &
blues, con ritmos semilentos y agradables que dan como resultado
un ambiente suavemente psicodélico". Después
de poner más atención a Morcheeba que a mis compañeras
de cena, determiné que esa "primera vez" bastaba
como para correr a comprar el disco al día siguiente, más
cuando me dijeron que la copia que escuchábamos la habían
adquirido recientemente en una de las cadenas discográficas
más grandes de la ciudad.
Ya con el disco en casa y con la bendita posibilidad de escucharlo
a solas -no porque la compañía fuera desagradable
la noche anterior, sino porque el fondo de cubiertos, platos y plática
no es muy compatible con la experiencia musical-, de poder poner
todos mis sentidos en captar sus interesantísimas singularidades,
me di cuenta antes que nada que el ritmo, si bien repetitivo aunque
diferente en cada pieza, no me cansaba -como suele suceder con diversos
grupos que hacen de la repetición de muestras manipuladas
al infinito la base de todas sus melodías. Era la altísima
calidad de la armonía, en todas y cada una de las piezas,
la que lograba ambientes sensorialmente extraños donde, sin
embargo, uno no se siente perdido sino a gusto. Entre bajos decisos
y batería de ritmos envolventes que acompañan con
seguridad y presencia, podemos descubrir ecos lejanos, gotas de
agua, algún soplo de viento e, incluso, el clásico
sonido de los ahora viejos discos de vinilo, por cuya nostalgia
se ha llegado a asignarle como tributo el tecnicismo "scratch"
para la eternidad.
Morcheeba está formado principalmente por dos hermanos, Ross
y Paul Godfrey, quienes se ocupan en forma extraordinaria de ordenar
el caos y meterlo en una composición que acompañe
a la voz, gotas de miel y no otra cosa, que sale como una brisa
suave y siempre íntima de las magníficas cuerdas vocales
de la cantante Skye Edwards.
Cabe decir, por si hasta ahora no ha bastado para convencer a quienes
leen este comentario, a quienes gusten de los números como
presentación, que Who can you trust? logró
colocar en el mercado seis sencillos entre noviembre de 1995 y febrero
de 1997: Trigger hippie (en tres ediciones: una limitada
de 12" en 1995, y dos más en febrero y septiembre de
1996), Never an easy way y Tape loop en 1996, y Moog island
en 1997. Además, para este trabajo en específico acompañan
a Morcheeba un cuarteto de cuerdas formado por Steve Bentley-Klein
y Brent Snell en los violines, Adrian Turner en la viola y Richard
Bridgemont al cello en Howling y en Col; Richard Harrison y Jarrod
Coombes, guitarra y bajo respectivamente en Post houmous; Gary Baldwin,
Hammond C3 en Never an easy way y en el End theme;
y Pete Norris con la programación de los sintetizadores.
¿Recomendaciones? Además de la compra por supuesto,
el darse tiempo para disfrutar cada una de las piezas del disco
escuchándolo al menos una vez en forma privada, sin distracciones.
Con audífonos si es posible. Después de la primera
vez que se cumpla este ritual, siempre encontrarán pretexto
para repetirlo. Se los aseguro. |